En determinados entornos del poder político crecen y se desarrollan grupos que actúan de forma coordinada para favorecer, sin justificación, a determinadas personas u organizaciones desde su posición de dominio. Se comportan como grupos de ayuda mutua en detrimento de las aspiraciones del resto. No siempre se identifican directamente con la estructura partidista, sino que se despliegan a través de familiares, amigos y conocidos. Comparten una serie de códigos de conducta para la promoción y la autoprotección de la que no son ajenas las reuniones paralelas a las oficiales ni la ley del silencio. De ahí que algunos afirmen, que en estas redes comparten códigos con la mafia.
Precisamente, que "La red clientelar del PSOE se parece mucho a la mafia", no lo digo yo. Corresponde a una afirmación de la aguerrida candidata podemita a la Junta de Andalucía Teresa Rodríguez, en una entrevista publicada en el periódico El Mundo, este pasado mes de agosto. Algo debe saber la representante en Andalucía del partido que les da soporte a nivel nacional. En la entrevista se recrea en el perfil de apesebrados como Susana Díaz, pertenecientes a la segunda generación del PSOE andaluz, nacidos en la sede del propio partido, sin haber participado en la lucha social ni política. No se para aquí, continúa diciendo, “es una corrupción democratizada y repartiíta”. “Hay muchos municipios en Andalucía en los que la gente tiene miedo a no votar al PSOE. Es más duro que las tarjetas black” (de la fundación para formar parados, Faffe, que se usaron en juergas en prostíbulos).
Esta afirmación adquiere importancia ante un adelanto electoral andaluz que intenta de evitar las consecuencias de estas prácticas sobre la confianza y el voto ciudadano, de los interminables juicios vinculados a expedientes de corrupción multimillonaria y sistémica. Los ERE, los cursos de formación, … tienen sentados en el banquillo a los dos últimos expresidentes del Gobierno Andaluz y en los expedientes se manejan cantidades desorbitadas.
Hay elementos que invitan a pensar que estas actitudes clientelares en el otorgamiento de beneficios a cambio de apoyo o sumisión se pueden considerar sistémicos, aunque sin llegar al nivel de la comunidad referida. Los sistemas de protección, amparo y promoción a cambio de obediencia y acatamiento debilitan la calidad de la democracia y son un freno al desarrollo de la sociedad.
La utilización de recursos organizacionales o institucionales como si fueran propios a cambio apoyo atenúan las estructuras públicas y las convierten en ineficientes. Será casual que se han disparado las promociones y los pluses en nuestro entorno. Estamos en pleno proceso de selección pública de empleo, el acceso a cargos de libre designación que entran a formar parte de estos procesos de selección no representa un panorama precisamente tranquilizador. Buen finde.