La ratonera
jueves 14 de agosto de 2014, 10:21h
Mallorca es una tierra rica, lo dice el gobierno, razón por la cual sus habitantes han de tener privilegios sólo al alcance de los ciudadanos de Cuba o de Corea del Norte, es decir, no poder salir de su tierra cuando le viene a uno en gana.
Al menos, a los cubanos les queda la opción de integrarse en un quinteto de cuerda clásica y hacer giras por Europa, e incluso trasmudarlo en cuarteto si se tercia una embajada propicia cerca del teatro. En Corea, en cambio, no, si intentas huir, el gordito te echa a los perros, literalmente.
Los mallorquines, más chulos que nadie, somos los únicos habitantes de un país occidental –incluyendo territorios franceses del Pacífico- que no pueden poner pies en polvorosa porque no hay billete. Aquí sólo se piensa en que llegue cuanta más gente mejor, pero lo de salir, menuda sandez.
A algún conseller no se le pasa por la imaginación que no estemos todos los isleños currando -directa o indirectamente- en uno de los hoteles de sus jefes, ni menos que intentemos disfrutar de unas vacaciones, que según la OIT son algo así como un derecho. ¿La OIT? ¿Y eso qué es? Sí, hombre, ese organismo internacional comandado por rojos peligrosos que vela por establecer un marco laboral común en los países civilizados. Pero bueno, siguiendo la lógica cubano-norcoreana de nuestra sociedad, obviamente lo que hay que hacer es callar.
Me puse a buscar billete de barco –tengo el vicio de conducir mi propio vehículo y no me gusta dormir oliéndole los pies al vecino- con un par de semanas de antelación, lo cual, siendo español, es una heroicidad que debiera premiarse. Curiosidades del transporte isleño, había billete de ida en las dos compañías que cubren el servicio, pero no de vuelta. (Pero, ¿qué se habrá creído éste? ¡Encima quiere regresar!¡Y en camarote!).
Gracias al celo y competencia del personal de tierra de una de esas dos compañías, conseguí, a tres días de la partida, obtener un billete, fruto de una anulación. Por los pelos.
Otra característica del transporte marítimo insular es que, hace veinte o treinta años uno navegaba en un buque de pasaje que, dentro de sus entrañas, transportaba algunos camiones y vehículos particulares. Ahora, la novedad es que viajas en un carguero de bandera italiana –con toda la señalización en esa lengua molto facile e divertente- atiborrado de camioneros –noble gremio, por otra parte-, lo que explica que se pongan a la venta tan pocos camarotes para el pasaje corriente. La travesía se desarrolla en un ambiente camioneril que retrotrae el comedor y las zonas comunes del buque a algo así como el hogar del soldado de nuestra mili. Sin embargo, aclaro, del personal a bordo no tengo ni una sola queja, todo lo contrario, amabilidad y predisposición son la tónica general. Eso sí, con alguno practicas idiomas exóticos.
Cuando, al fin, consigues embarcar, te asalta la sensación de haber aprobado una oposición.
Somos ricos, lo dice todo el mundo y habrá que creérselo. Pero, sobre todo, somos los españoles con el hígado más grande de todo el suelo patrio. Tanmateix...