No hay mal que por bien no venga

Por muy paradójico que pueda resultar, una infección puede conducir a una liberación.

Un cretino, ciudadano de Indore –en la India- dudaba de la fidelidad de su esposa; no por nada, ninguna evidencia: alguna familiar podría haber caído en la tentación…

El brillante cerebro del imbécil indio se puso en marcha hace cuatro años: perforó la vagina de su mujer, de 38 años, para insertar –a través de dos agujeros- una cadena, cuya llave cerraba todas las mañanas, antes de ir al taller y no volvía a abrir hasta llegar, por la noche a su “hogar”. La llave la guardaba en su calcetín.

¿Qué hay que esperar de un individuo que se comporta de ese modo? ¿Cómo se come todo esto? ¿Qué hay que hacer con este idiota? Lo que la imaginación popular puede llegar a pensar, no es demasiado difícil, jugando con los elementos de la llave, el candado, la cadena y el sexo del homínido en cuestión; entendiendo que su sexo y su cerebro podrían ser lo mismo. Pero, la justicia dirá.

La civilización, en general, ha progresado. No se puede negar: odontología, wáter-close, cirugía, velocidad, higiene, esperanza de vida, etc. Pero claro, esto no quita que, de vez en cuando, unos cuantos gilipollas descerebrados –por su cuenta y riesgo- manden a tomar por el saco, todos los avances tecnológicos y, sobretodo humanos, y que actúen de manera primitiva, salvaje, y perversa. Son las famosas manzanas podridas. Mientras haya cestos, habrá manzanas; y mientras haya manzanas, algunas se pudrirán.

Aunque el dolor y la vergüenza de esta pobre india, no pueda recobrarse jamás, después de cuatro años de un sufrimiento tan bestia, cabe resaltar (y agradecer) que una infección –y la consiguiente y necesaria visita a un hospital- haya destapado el pastel y que, vista la gravedad del caso, el estúpido indio haya sido detenido.

Ojalá que sea el fin de un calvario ignominioso, sin ninguna justificación, más que la violenta enajenación de un mermado mental.