La carrera por ganar el discurso de la turismofobia entre Més y Podemos ya ha comenzado. Después de superar una durísima pandemia -que parecen haber olvidado por completo- y en el pistoletazo de salida de un nuevo curso que será de campaña electoral infinita, ambas formaciones de izquierdas se han propuesto arremeter, renegar y enterrar todo lo que signifique desarrollo económico en el ámbito turístico. Todo, empezando por la promoción.
Lo hemos visto con el patrocinio turístico del Mallorca y lo hemos vuelto a presenciar con la propuesta de atraer nómadas digitales a Playa de Palma en temporada baja que, en un primer momento -y debido a las explicaciones erróneas del portavoz municipal, Alberto Jarabo- levantaron una oleada de críticas en las redes por la supuesta intención de destinar 1,4 millones a 'influencers'. Nada más lejos de la realidad. Tal y como explicó en mallorcadiario.com la titular de Turismo del Consistorio, Elena Navarro, el objeto a financiar era "un plan de atracción de nómadas digitales", que en la teoría suena muy rimbombante pero en la práctica tiene nombres y apellidos: emprendedores de cualquier parte del mundo que se asientan en un determinado lugar -en este caso, Playa de Palma- durante un largo periodo de tiempo para trabajar en remoto. Sin duda, un perfil de turista -o visto de otro modo, residente temporal- muy atractivo para la ciudad por su potencial desestacionalizador, su capacidad adquisitiva y su modo de vida. Basta ver los resultados de este segmento en otros territorios, como Canarias o Portugal.
Inicialmente, el proyecto requería de 1,4 millones de euros e iba a ser propuesto para los fondos de la ecotasa, o mejor dicho, del impuesto de Turismo Sostenible. ¿Qué más sostenible puede ser una 'digital farm' en los meses de invierno para evitar que la planta hotelera y la oferta complementaria cierren y dependan únicamente de su tan denostado 'sol y playa'? ¿No era la diversificación que querían?
Pues no. Para Més y Podemos este no es el camino (en realidad, nunca nada es el camino). Los primeros gritan que no quieren más promoción turística, ni en verano ni en invierno, y los segundos dicen con la boca pequeña que comparten algunos puntos pero que "hay que poner límites". En cualquier caso, ni los unos ni los otros querían que el proyecto se financiase con la ecotasa y en esto, una vez más, han vuelto a conseguir que el PSIB ceda: habrá proyecto pero se buscarán otras fuentes de financiación, tanto para el capítulo de la mejora de las infraestructuras (red wifi, equipamientos, infraestructuras) como para el del plan de comunicación externa (ferias, eventos, campañas con 'influencers'...) Y en vista de los recientes acontecimientos, volverá a haber una guerra entre los socios del Pacto por la promoción.
Porque el problema de fondo es que Més y Podemos no entienden (ni quieren entender) lo que es la promoción turística. Sus acomodados dirigentes -que viven del dinero de los contribuyentes- venden la idea de que la promoción es la captación a paladas de turistas para saturar -su palabra preferida- Mallorca: "Que vengan millones y millones, da igual el perfil". Y, por desgracia para ellos, se trata de todo lo contrario: la promoción turística es esa herramienta técnica que le marca al mercado el tipo de turista que queremos.
Definir, refinar y fidelizar. Apostar por el 'poco bueno' que 'mucho malo', algo en lo que existe quorum entre administraciones y sector privado. Estar en contra de esto es estar en contra de la diversificación rentable del turismo, y es condenar a los ciudadanos a la figura del fijo discontinuo perpetuo y no al del trabajador fijo a secas.
Si los dirigentes de Més y Podemos quieren seguir jugando al peligroso juego de la turismofobia, que lo hagan pero fuera de las instituciones. Que se sumen a plataformas o movimientos ciudadanos -sin subvencionar- y entonces sí podrán decir la suya, aunque ello implique jugar con el pan de toda una comunidad.