www.mallorcadiario.com

La "Otra isla"

Por Marilena Estarellas
domingo 12 de julio de 2015, 19:23h

Escucha la noticia

Paseando con una amiga una de estas calurosas noches por la playa de Palma, observando el espectáculo manifiesto de las tribulaciones de sus gentes, se me enquistaron unas sensaciones contradictorias: de alegría y de pena a la vez.

Los habitantes de Mallorca tenemos la fortuna de vivir en una isla paradisíaca con clima genuino, situación óptima en el mediterráneo y dotada con unas infraestructuras, comunicaciones y servicios inigualables. Hemos sido y seguimos siendo a pesar de algunos errores, un referente turístico a nivel mundial. En un limitado espacio geográfico ofrecemos lo que hoy por hoy casi nadie puede: playas de fina arena blanca, un plácido mar turquesa, una preciosa cordillera con pintorescos y ancestrales pueblos y aldeas, unos puertos deportivos de máximo nivel, una oferta de restauración y ocio ilimitada; pioneros en hostelería y en constante innovación, un paisaje que ofrece infinidad de excursiones y trayectos idílicos como caminos de mar y monte, parajes en los que rozas el infinito con la mirada. Al mismo tiempo que disponemos también de una autóctona y variada gastronomía de gran nivel y de unos vinos, licores y cervezas de altísima calidad. Podría seguir detallando virtudes de nuestra isla pero no dispongo de espacio suficiente.

Mi gesto de tristeza se produce cuando contemplo una o varias poblaciones de nuestra isla con cantidades insignes de turistas reunidos en unos grandes ghettos cuyo “modus vivendi” representa una réplica exacta de sus países de origen. Comen sus salchichas, beben su cerveza, escuchan su música y se relacionan exclusivamente con su gente. Sus días estivales transcurren entre sol y fiesta, y cuando finalizan las vacaciones tal vez ni se percatan de que han cambiado de país sin moverse de casa.

Muchos de ellos a su regreso a Dusseldorf o a Liverpool presumirán ante sus amigos de haber pasado unas vacaciones en Mallorca sin enterarse de que ellos jamás han conocido nuestra isla. Estos adorables visitantes han seguido permaneciendo en su país trasladado a varios miles de kilómetros. Tendrán fotos, recuerdos de souvenir, vídeos de alguna de sus noches etílicas, pero se habrán perdido lo mejor. Se lo habrán perdido todo diría yo.

A pesar de intentar empatizar con alguno de los graciosos visitantes a los que me refiero, reconozco que me cuesta conseguirlo. No se me ocurriría irme de vacaciones a Alemania a los bares y restaurantes españoles a comer paella, conejo con cebolla y vino tinto. Al César lo que es del César.

Luego se me dibuja una sonrisa puesto que al fin y al cabo siendo conscientes o no, todos esos turistas parecen felices con su diversión y su fiesta. Tal vez dejen para más adelante el descubrir la magia de la “Otra Isla”.

 
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios