El tiempo nos dirá si sacaremos algo en positivo del triste momento que nos ha tocado vivir. De momento la observación social nos indica que poco.
Sin ánimos de entrar en ninguna teoría de la conspiración al estilo de “el hombre no ha pisado nunca la luna” o “las Torres Gemelas las derrumbó EEUU”, sí que es verdad que las franquezas verbales escuchadas en las ruedas de prensa de los comités de expertos nos hace desconfiar de todo lo informado o gestionado por parte de las autoridades gubernamentales.
Primero fue el Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil José Manuel Santiago quien afirmó que el cuerpo trabajaba para minimizar bulos contrarios a la gestión del COVID-19 por parte del Gobierno (y fue injustamente desmentido como percibimos todos), más recientemente, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad Fernando Simón declaró que “no creo que sea sensato pregonar que tenemos 44.000 muertos por coronavirus”. Estas palabras surgen a raíz del baile de cifras entre las diferentes estadísticas que se barajan. Sin embargo ¿Nos está diciendo que no saben cuántos muertos por o con coronavirus ha habido? O ¿Nos está diciendo que las cifras reales mejor no decirlas? Tanto lo uno como lo otro nos causa clamor.
Damos por sentado que existen secretos de estado que se mantienen ocultos porque si se desvelaran se causaría un estado de ánimo colectivo tan negativo que se llevaría a índices de ingobernabilidad, pero al menos se tiene el decoro de no venir a decirnos a la cara de manera velada que nos han estado mintiendo porque nos consideran unos borregos y necesitan disfrazar la realidad para dirigirnos a su antojo.
En un momento en que se juntan en una misma sociedad los incrédulos que les gustaría que siguiera habiendo confinamiento hasta que no hubiera ninguna amenaza del virus (a ver que economía lo aguanta) y los escépticos que piensan que detrás de los estados de alarma hay una maniobra política de direccionamiento social con claros intereses partidistas y electorales para los ‘social-comunistas’, que se oigan las sinceras declaraciones de Santiago o Simón no ayuda mucho a crear un clima de confianza con la clase política dirigente.