José Antonio Zorrilla es un diplomático ya veterano: ha sido cónsul de España en Milán, Shanghái y Moscú, y embajador en Georgia y otros países del Cáucaso. Justo al sur de Rusia. Vamos, que conoce el percal.
Por ello resultan extremadamente interesantes dos conferencias suyas: se las enlazo aquí y aquí. La primera es sobre la nueva Ruta de la Seda, la iniciativa de política exterior china, muy acertada en su opinión, por la que ganan riqueza e influencia a través de la inversión en grandes infraestructuras. Pero también esboza ya un análisis de la política exterior estadounidense, y eso que apenas comenzaba la guerra de Ucrania.
En la segunda, impartida más recientemente en un curso de derechos humanos en la universidad de San Sebastián, entra ya más a fondo en este conflicto de actualidad, pues no en vano se titula “Ucrania: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?” Y efectivamente, lo explica, con una profundidad y una clarividencia extraordinarias.
Como es natural, apenas puedo darles aquí cuatro brochazos, pues es imposible resumir en este espacio las más de tres horas que suman las dos conferencias. Les animo a verlas, por tanto. Me parece especialmente destacable la comparación —que reitera, ante la dureza de mollera de algunos— con la crisis de los misiles de Cuba: en 1962, EE.UU. detectó la intención de la URSS de colocar misiles nucleares en Cuba. Kennedy envió a la flota a bloquear los cargamentos soviéticos, amenazando con ir a la guerra. Finalmente, gracias a Dios, se alcanzó un acuerdo in extremis: la URSS retiraría sus misiles de Cuba, y EE.UU. haría lo propio con los suyos en Turquía. ¡Ah, amigo, ese detalle turco se menciona poco! Y ahí está la clave, precisamente.
La entrada de la OTAN en Ucrania, para nuestro diplomático, constituiría una amenaza análoga para Rusia, y así lo advirtió Putin una y otra vez. Como no le hicieron ni caso, no le quedó sino tomar las armas. Llegado este punto, veo alzarse a los indignados: ¡está justificando a Putin! Insiste el ex embajador: “¿Qué son las relaciones internacionales? Relaciones entre Estados en términos de poder” (Morgenthau). La moral no aplica en este campo. Es la caverna. Desgraciadamente, pero así es el mundo —“los Reyes son los padres”. El señor embajador no justifica nada: simplemente explica cómo funcionan las relaciones internacionales.
Él, como su humilde servidor, es occidental, y prefiere nuestro sistema al ruso y no digamos al chino. Es por ello que critica la política exterior americana, que se ha basado en una intervención militar tras otra, sin sentido alguno: Vietnam, Irak, Libia, Afganistán, Siria… En relación con Ucrania destaca varios aspectos: que Ucrania preparaba una ofensiva sobre el Donbás; que su gobierno tiene vínculos o tendencias verdaderamente neonazis; que se había prohibido el ruso en ciudades rusas de toda la vida como Odesa. No se enfaden conmigo: escuchen a alguien que conoce el terreno. Y que, como afirma él mismo, ahora puede hablar con libertad, porque está jubilado.
E insisto, está de parte occidental, por eso le duelen estos errores. Porque empujan a Rusia a los brazos de China, que era lo peor que podía hacer Occidente. Con esto ganan las empresas armamentísticas, pero pierden nuestras economías en su conjunto. Mientras China recibe lo que más podía desear: todos los recursos y materias primas de Rusia.
Ojalá en Davos descienda el Espíritu Santo —aunque sea la versión transhumana— sobre nuestros gobernantes y sean capaces de rectificar. Lo mejor para todos sería una paz negociada cuanto antes, y restablecer los vínculos comerciales, que son el mejor antídoto contra las guerras. A quién se le ocurre provocar una guerra por poderes contra el que quizás sea nuestro mayor proveedor estratégico. Así están ahora nuestros ‘transicionistas ecologicos’: transicionando de vuelta al carbón, después de haber destruido todo el sector. Por no hablar de toda la gente que morirá de hambre de aquí a Ceilán.