La desaparición de la Dirección General del Instituto Nacional de la Salud (Insalud) para dar paso, hace 10 años, al Servicio Balear de Salud (Ib-Salut) supuso un salto cualitativo en el que muchos habían depositado grandes esperanzas, una historia de 30 años en la que numerosas personas se han dejado la piel en la pequeña sede de Reina Esclaramunda.
Recuerdo a muchos responsables del Insalud, a algunos de una forma emocionada, porque he conocido muy de cerca su trabajo y los sinsabores de su cargo y sé de primera mano el coste que para ellos supuso el puesto, porque tuvieron que tomar decisiones muy difíciles en un momento de su gestión, tanto, que, incluso, alguno tuvo que marcharse por defender aquello en lo que creía.
Unos están, otros se han ido, pero sí que puedo decir, con toda la sinceridad del mundo, que casi todos ellos han dejado una huella importante en este organismo.
Con mejor o peor carácter, todos han sido, hasta ahora, dialogantes, abiertos a los medios de comunicación y claros en la mayoría de las ocasiones, hasta el punto de que su sinceridad les trajo más de un disgusto. Han gestionado lo mejor que han sabido, pero han sabido escuchar y han entendido que no pueden gustar a todos.
Pero, ninguno se ha encerrado en su “concha”, todo lo contrario, han estado en primera línea, dialogando e intentando solucionar los problemas, con mejor o peor acierto, pero jamás han ido por la vida pensando que eran los mejores, que lo sabían todo y que su curriculum era tan excelente que era imposible equivocarse. La humildad ha sido una de las características que ha definido a más de uno, así como la política de puertas abiertas y jamás han presumido de lo que han sido ni de lo importantes que pudieran ser.
Recuerdo con especial cariño a algunos, porque me lo enseñaron todo y me demostraron que no estaban ahí para lucrarse ni para hacer curriculum, ni para figurar, todo lo contrario, estaban porque creían que podían mejorar la sanidad de Baleares y en ello pusieron todo su empeño, con más o menos acierto, pero siempre escuchando a los demás y aceptando que uno, aunque se lo crea, no lo sabe todo. Y ahí están sus nombres y su trabajo, grabados en la historia de estas Islas.
Hoy, sin embargo, no puedo decir lo mismo, porque nunca, en todos estos años, he oído hablar a los trabajadores de los servicios centrales como lo hacen ahora y jamás he escuchado historias de los respectivos directores generales como las que se cuentan en estos momentos, ni he vivido entrevistas como la que he mantenido recientemente, ni he recibido broncas por discrepar de la línea oficial, ni he recibido lecciones de periodismo de personas que ni siquiera lo son.
Y mientras tanto, el clima de crispación se va extendiendo por las dependencias del Ib-Salut. Por eso, y con el año nuevo, deseo de todo corazón que la situación actual termine definitivamente, que la cordura se instale de nuevo en Reina Esclaramunda, que hagamos un ejercicio de humildad y que seamos conscientes de que nadie lo sabe todo y de que el diálogo abre las puertas que la intransigencia cierra.