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La inflación es el impuesto de los pobres

viernes 10 de junio de 2022, 03:00h

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La misma barra de pan que ayer costaba 0’99 euros hoy me ha costado 1,13 euros. De golpe y porrazo, 14 céntimos más cara. La inflación es el impuesto de los pobres, porque afecta a bienes básicos y esenciales. Uno puede escatimar gastos en ocio, combustible y hasta aplazar algún capricho en ropa, llegado el caso, pero no con las cosas de comer. Muchos ciudadanos van a los supermercados con la calculadora y se ven obligados a prescindir de productos cuando ven que la cuenta empieza a superar su disponibilidad monetaria en ese momento. Ir a la compra se está convirtiendo en algo demasiado ingrato para la mayoría, que ve cómo el chicle de los escuchimizados salarios y determinadas pensiones ya no puede estirarse más.

Cuando la inflación empezó a desbocarse, allá por el otoño del año pasado, nos dijeron que estábamos ante un fenómeno temporal y que en primavera estaría resuelto. Nada más lejos de la realidad. En mayo, el IPC volvió situarse por encima del 8% y los expertos y analistas ya hablan del horizonte de 2023 para ver una moderación de dicha inflación. Por lo tanto, no se trata de un tema puntual, ni imputable en exclusiva al conflicto en Ucrania. La realidad es que las familias se están empobreciendo, los jóvenes cada vez tienen más difícil independizarse porque su capacidad económica ni siquiera les permite alquilar una habitación en pisos compartidos -lo de comprar queda para los extranjeros-, los pensionistas que pueden tiran de ahorros porque la pensión da para cada vez menos ante la espiral de precios y la clase media cada vez tiene más dificultades para llegar a final de mes.

Porque la primera consecuencia de la inflación es la pérdida del poder adquisitivo de las economías domésticas y de las empresas, es decir, que con la misma cantidad de dinero podemos adquirir menos bienes y servicios y en el caso de las empresas, menos factores de producción. Por lo tanto, las economías domésticas se ven obligadas a reducir su consumo, afectando directamente a la dinamización de la economía, y las empresas ven cómo se reducen sus márgenes de beneficio, lo que redunda, a la larga, en las condiciones laborales de sus empleados. Si se le ocurre llamar a la puerta de su jefe para pedirle un aumento de salario, le respuesta será que ahora no toca porque los costes de producción se han encarecido y hay que abrocharse el cinturón y ser solidarios con la empresa. Y no le falta razón, pero ¿cómo hacer para llegar a final de mes si la vida es hoy un 30% más cara que antes de la pandemia?

Prácticamente todo ha subido de precio, menos los salarios, lo que ha provocado que en España el coste de la vida para las familias sea hoy 3.170 euros más caro que antes de la pandemia. Hace unos días, el diario ‘El Español’ cifraba en 3.170 euros el encarecimiento anual de la vida para una familia media, tomando como estimaciones la media del IPC en 2020, 2021 y lo que llevabamos de 2022. Según ese informe, lo que más se ha encarecido es todo lo destinado al mantenimiento de la vivienda: pagar el agua, la electricidad o el gas es ahora 1.000 euros más caro que antes de la pandemia. La segunda cosa que más ha subido es el transporte: 600 euros más. También se ha encarecido claramente la cesta de la compra, que es ahora casi 500 euros más cara que hace tres años, una cifra que, sinceramente, me parece escasa.

Además, vamos a pagar más por hoteles y restaurantes: 300 euros más que antes de la pandemia; igual que nos cuesta casi 200 euros más anuales el ocio y la cultura. Por otro lado, la sanidad se ha encarecido 120 euros comparada con 2019; la educación ha subido más de 50 euros -yo diría que bastante más- y vestirnos resulta ahora 100 euros -otro dato que se queda corto- más caro que antes del comienzo de la crisis sanitaria. En menor medida, pero también han experimentado una subida en su coste las bebidas alcohólicas y el tabaco, que han subido casi 25 euros al año. A todos estos gastos hay que sumar el de la hipoteca, ya que después de años en negativo, el euribor está ahora en positivo. Esto se traduce en casi 400 euros más para una hipoteca media de 150.00 euros.

No hay palanca más potente para mover gobiernos que la economía. Olvídense de corruptelas -porque todos tienen ovejas negras-, delirios independentistas, supremacismos ideológicos, buenismo, políticos atractivos, con carisma o sin él. Cuando el ciudadano ve amenazado su bienestar y su futuro a corto plazo, siempre pasa cuentas. En una semana sabremos los resultados de las elecciones autonómicas de Andalucía, la región más extensa de España y con mayor población. Será un interesante termómetro de hacia dónde pueden ir las cosas en el panorama político del país en los próximos meses.

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