Con carácter previo a continuar escribiendo debo manifestar que soy un férreo defensor de la libertad de expresión; creo que es un derecho esencial dentro de una democracia en la que todos tenemos derecho a opinar.
Esa libertad de expresión, además de los límites legales, tiene el límite de la prudencia, y esa prudencia últimamente no abunda en este país.
Siempre se ha dicho que dentro de cada español hay un seleccionador nacional de futbol y ahora habría que añadir que dentro de cada ciudadano hay un experto en euro órdenes, extradiciones y legislación alemana. Lo que he oído estos días en relación al asunto del señor Puigdemont me ha parecido de todo menos prudente, a saber, he oído a comentaristas y opinadores profesionales que hablaban de la más absoluta ignorancia así como otros lo hacían desde la más pueril manipulación.
Deberíamos replantearnos el concepto de libertad de expresión pues esta no ampara cualquier estupidez que se nos pase por la cabeza; la libertad de expresión es un derecho fundamental y como tal debe manejarse con la sensatez adecuada.
En estos últimos días se han mezclado temas de diferente dimensión informativa que sin embargo se han puesto al mismo nivel; es evidente que el problema académico de la señora Cifuentes tiene mucha menor importancia que el problema procesal del Puigdemont y aun así muchos medios los han puesto al mismo nivel, como también lo han hecho en un tema tan menor como el problema familiar del Rey, y es que este país parece que nunca dejará de ser un patio de vecinos.
Como sabrán si una cosa brilla por su ausencia en este pequeño país es la vivienda social, la responsable se dedica acosar a sus empleados en lugar de trabajar en aquello que le corresponde por un sueldo de varios miles de euros al mes; alguna que otra vez les he hablado del IBAVI y les confirmo aquello que ya apunté, allí no manda la Gerente, se hace lo que dice una antiquísima trabajadora de la casa, que ha ordenado la movilización de todo un departamento y ha situado a la jefa del mismo, íntima amiga suya, en el otro extremo de las dependencias, -no fuera que el departamento en cuestión volviera a prestar un buen servicio a los ciudadanos-. Aquellos ciudadanos con necesidad de vivienda social deberían ir a esas oficinas para ver en qué gastan el tiempo y los recursos de esos ciudadanos. Que pasen un buen día.