La generación del pelotazo

Esta semana cuando iba a trabajar, a las 8 de la mañana, me pasó un veinteañero en su flamante coche deportivo, con un modelo de esos que comienzan con seis cifras y que solo el seguro nos dolería a los humanos convencionales.

A esa hora iba adelantando de derecha a izquierda, con la música a tope, como si no hubiera un mañana, y con unas pintas que, si me lo hubiera encontrado una noche por la calle, me hubiera cambiado de acera.

Añadiré que iba insultando a todos aquellos que íbamos a la velocidad recomendada, hablando a grito pelado con la persona que iba a su lado, de una manera macarril, que hubiera asustado al mismo Torrente, si se hubiera puesto a su lado.

Realmente era todo un personaje, y dudo mucho que llegara a los 30 años. Pero, por lo visto, esto no es muy extraño en los tiempos que nos están tocando vivir.

Mis clientes hoteleros me cuentan que hoteles de lujo, de los que se paga de 600 euros para arriba la noche, se llenan de este perfil de personajes, y que la educación brilla por su ausencia, tratando al personal de forma despectiva e incontrolada.

Muchos de ellos provienen de esta generación del pelotazo, que se han hecho ricos de la mañana a la noche a través de las redes sociales, el Instagram, las app o el youtube. Pero, claro está, el haberlo conseguido todo tan rápidamente no les asegura que tengan educación, ni que vivan con unos valores de ética y cívicos para la sociedad, sino todo lo contrario.

Han aprendido a triunfar sin ningún tipo de esfuerzo, y piensan que las cosas se consiguen de una manera sencilla y sin esfuerzo alguno. Muchos de ellos incluso son racistas, machistas y todos los 'istas' que podamos añadir, puesto que tratan a los demás, no como personas, sino como objetos que se encuentran a su servicio y que dependen de ellos.

Evidentemente, imbéciles sin educación los ha habido siempre, y personas sin escrúpulos también, pero nuestra sociedad actual ha conseguido que estos seres abunden mucho más de lo que lo hacían antaño, puesto que consiguen las cosas económicas de una manera fácil y están convencidos que con dinero podrán comprarlo todo.

Pero hay algo que no se compra con dinero, y es la educación, los valores personales, el respeto y la dignidad humana. En cambio, a veces, las personas que han tenido una vida sencilla se olvidan de ello, o, tal vez, no lo han aprendido nunca.

Por eso es tan importante que, como padres y educadores, enseñemos a los jóvenes que esos valores deben imperar por encima del dinero, del éxito o del ganar siempre, ya que, si se convierten en ese tipo de persona que brilla por su saber estar, su empatía y su educación, el resto seguro que los acompañará muy pronto.

Recientemente, cené con el CEO de una multinacional alemana y su novia mallorquina, y lo que destaqué de él no fue su majestuosa casa que acababa de comprarse en nuestras islas, o su flamante coche, sino su valor humano, su empatía, su cercanía y su amabilidad y educación con nosotros, a los que nos veía por primera vez.

Esos son los valores que hacen que las personas sean más ricas por fuera que por dentro y son los que nunca debemos olvidar.

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