La fiesta del trabajo
lunes 05 de mayo de 2014, 08:19h
El día del Trabajo va más allá. No empieza y termina el primero de mayo.
El trabajo, bendición hoy para quién lo disfruta, es una celebración, una lucha y una reivindicación diaria.
Los trabajadores tenemos deberes, además de derechos. Y los ciudadanos por supuesto, deberíamos tener derecho a un puesto de trabajo, que nos permitiera asegurar una vida digna, en cualquier aspecto.
Los compañeros, el jefe y la empresa conforman los pilares básicos a la hora de dar dignidad a ese puesto de trabajo, junto con nuestro compromiso.
La parte humana en un lugar de trabajo es sumamente importante. Con quién pasas la mayor parte del día es importante. La solidaridad, la complicidad, la compañía, la ayuda y el café de media mañana hacen que los duros tramos sean más fáciles de transitar. Tener a esos compañeros ya es un motivo para celebración diario.
Igual que tener un jefe que se gana el respeto de sus subordinados con trabajo y conciencia social. Cuando hoy, en tiempos críticos, su apoyo y sus esfuerzos van dedicados a mejorar condiciones laborales y a comprender situaciones personales, tener a alguien en lo alto de la jerarquía con estas cualidades también es motivo de celebración.
Entre unos y otros, trabajadores y empresarios, están los sindicatos. Grandes perdedores en ese Primero de Mayo festivo.
Su mayor descrédito está en su trabajo diario, o la falta de éste. Cuando los representantes sindicales se han convertido en un lastre para los compañeros de trabajo empieza la decepción.
El movimiento sindical ha sido crucial y sigue siendo necesario para la defensa del trabajador. Pero ha perdido discurso, perspectiva y credibilidad. Es ya el burro que gira la noria, nada ve y no tiene objetivos.
Callados se han mantenido los grandes sindicatos nacionales ante los escándalos financieros que les han llevado a los juzgados, cero autocrítica y cero vergüenza torera. Condiciones éstas necesarias en un puesto de trabajo, dónde el representante sindical y sus derechos de liberado le lleva a mostrarse, muchas veces, beneficiado por un sistema que nada o poco ofrece a sus representados.
Es en el día a día de cada empresa, de cada oficina, de cada entidad dónde el sindicato gana o pierde su credibilidad. Si el trabajo no ha sido bueno durante el año, los resultados de Primero de Mayo son su fiel reflejo.
Otra decepción más. El sindicato, orgullo y necesidad del trabajador, ha entrado en fase grave de descrédito igual que los partidos políticos. Unos y otros son imprescindibles. Sus consensos también nos llevan a avanzar, pero han sido devorados por la corrupción del poder y el desafecto que da la altura.
Hay que recuperarlos porqué necesario es recuperar la dignidad laboral.
Y a fin de cuentas, un representante sindical es un compañero de trabajo. No hay celebración sin invitados.