La entrevista al diputado autonómico de Vox en Baleares, Sergio Rodríguez, revela una de las principales causas de la crisis interna que atraviesa el partido en el archipiélago: la falta de democracia interna y el férreo control de la ejecutiva nacional. Las declaraciones del exsecretario general subrayan una triste realidad que no solo afecta a Vox en Baleares, sino que es un reflejo de la estructura centralista que caracteriza a esta formación en todo el país.
Rodríguez denuncia que la dirección nacional del partido ignora por completo la opinión de los cargos electos, limitando su capacidad de actuar de manera autónoma o de tomar decisiones que reflejen las particularidades del territorio que representan. Esta desconexión entre la dirección central y los representantes democráticamente elegidos ha derivado en una serie de conflictos y tensiones que debilitan a Vox como organización y comprometen su papel de formación seria y confiable, hasta el punto de ser el mayor foco de inestabilidad política en la Comunidad Autónoma.
La consecuencia directa de esta falta de democracia interna ha sido la ruptura del pacto de gobernabilidad entre Vox y el Partido Popular, lo que ha dejado solo al Govern del PP, presidido por Marga Prohens. Al renegar de sus compromisos pactados al inicio de la legislatura, Vox contribuye a la ingobernabilidad de Baleares sin ninguna otra razón que la voluntad externa de la dirección nacional de la formación. El capricho de Santiago Abascal por encima de cualquier otra cosa.
La consecuencia directa de esta falta de democracia interna ha sido la ruptura del pacto de gobernabilidad entre Vox y el Partido Popular
Según Rodríguez, esta fractura era evitable si se hubiera respetado más la voz de los representantes locales. La imposición de decisiones desde Madrid y la falta de diálogo interno han sido claves en la crisis interna de Vox que ya le ha llevado a perder dos de los ocho escaños que obtuvo tras las elecciones autonómicas de 2023.
Este escenario es indicativo de los problemas que surgen cuando un partido prioriza la disciplina y el control central por encima del debate y la representatividad interna. La política de partido no puede ni debe estar desligada de las necesidades y demandas locales, y menos aún ser prisionera de una cúpula que actúa de espaldas a sus propios representantes.
Un partido político que dilapida la democracia interna, demuestra que la democracia le importa muy poco. Y hay que colegir que, en caso de que llegara a gobernar, lo haría de forma antidemocrática, porque si no se tiene aprecio por la democracia interna, no hay por qué pensar valora la misma democracia.