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La estabilidad conyugal, un bien social

Por Agustín Buades
sábado 25 de octubre de 2014, 19:18h

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Esta semana hemos constatado ,según los datos publicados  por el INE , que el año pasado disminuyeron las rupturas familiares en Baleares llegando a una tasa de 2,25 por cada 1000 habitantes. En 2011 hubo una tasa de 2,61 y en 2012 de 2,58. Aunque nuestra ccaa es la cuarta en mayor numero de ellas

Conviene recordar que, si es socialmente bueno que las familias duren, que se rompan no es indiferente, y que la sociedad y el Derecho faciliten la ruptura tampoco es indiferente. Son numerosos, y suficientemente conocidos, los estudios realizados que demuestran que las rupturas familiares tienen efectos perjudiciales no deseados, principalmente para los hijos, pero también para los cónyuges, y para la sociedad entera. Esas consecuencias perjudiciales provocan, además de los costes personales, costes económicos importantes, en términos de asistencia social o sanitaria. Desde este punto de vista, la mayor estabilidad sociológica es un bien social, y los instrumentos jurídicos dirigidos a facilitarla ayudan a la familia a desarrollar adecuadamente las funciones estratégicas que explican el interés que la sociedad tiene en un correcto funcionamiento de la familia.

La duración y estabilidad de las relaciones familiares es un bien social, que beneficia tanto a los cónyuges, como a sus hijos, como a la sociedad entera. Las rupturas familiares tienen efectos perjudiciales no deseados, principalmente para los hijos, pero también para los cónyuges, y para toda la sociedad. Esas consecuencias perjudiciales provocan, además de los costes personales, costes económicos importantes, en términos de asistencia social o sanitaria.

Las soluciones ofrecidas hasta el momento, basadas en facilitar como única salida a las crisis matrimoniales la definitiva consolidación de la ruptura a través del divorcio (es decir, del fracaso de la relación), se han mostrado ineficaces. Nuestros matrimonios merecen soluciones mejores y más imaginativas, que les permitan hacer frente a las crisis con mayores garantías de éxito personal, familiar y social.

Para conseguir esa finalidad, hay que adoptar una nueva perspectiva, que no se base solo en la reacción (limitada al divorcio), como hasta ahora, sino que incluya acciones preventivas. Para eso es preciso poner a punto mecanismos legales y sociales dirigidos a prevenir las rupturas matrimoniales, así como a permitir que las situaciones de crisis no desemboquen necesariamente en una ruptura definitiva.

Además es preciso ofrecer a los futuros cónyuges mecanismos previos de formación, para ayudarles desde el primer momento de su matrimonio a hacer frente a las eventuales crisis que puedan surgir.
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