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La educación de las élites locales

Por Pep Ignasi Aguiló
martes 17 de diciembre de 2024, 05:00h

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A pesar de contar con un sistema educativo que se proclama igualitario, lo cierto es que las élites locales, es decir, aquellos que, -con independencia de su extracción social-, están llamados a ocupar los “puestos de mando” y de influencia de la sociedad balear, siguen unas determinadas pautas.

Para comenzar, hay que reconocer que, desafortunadamente, hoy por hoy, esos “puestos de mando” están principalmente en el sector público o en empresas muy consolidadas que gozan de amplio poder de mercado, esto es, que cierto poder monopolístico otorgado desde diferentes aparatos estatales. De esta forma, cualquier padre preocupado por sus hijos observa como el futuro profesional es más amplio siguiendo esas orientaciones.

Así, para comenzar, y tanto si se opta por una escuela pública o concertada (las netamente privadas son la excepción), lo más probable es que los vástagos con mejor futuro realicen actividades extraescolares que les ayuden a formar el carácter, tales como el deporte, la música, el ballet, etc., pues los colegios parece que hace tiempo renunciaron a realizar esa labor. Sin embargo, a pesar de una posible resistencia inicial, es evidente que el esfuerzo, la disciplina, la perseverancia, la dedicación, etc. pueden acabar otorgando grandes satisfacciones personales y, por tanto, mejora proyección social.

Igualmente, ante la extensión predominante de la educación emocional, por supuesto, las futuras élites tenderán a ser aquellas que, en el ámbito familiar, se encuentren con un ambiente más propicio al conocimiento. De esta forma, el tiempo dedicado al entretenimiento constituye un elemento realmente diferencial y divisorio. Actualmente, la cultura, -aunque no alcance el nivel de Gran Cultura-, fluye mucho más por estos cauces que por los netamente escolares. Este hecho, es, en mi opinión, la pieza que más facilita la transmisión hereditaria de la condición de élite. Pues, serán mayoritariamente los progenitores con buenos empleos, -como hemos dicho principalmente en el ámbito de lo público-, los que podrán transmitir esa impronta.

La fase de enseñanza media es, tal vez, la etapa en que el proceso de aprendizaje tiene mayor relevancia, al ser el momento en que más valores morales se transmiten. Pues, el alumno ya tiene casi formado su carácter y, por tanto, capacidad de juzgar, aceptando o rechazando, lo que recibe durante este periodo. Una aceptación que, con frecuencia, está en función de cómo se lo presenten. En este sentido, algunos de los valores que se transmiten en los institutos coinciden con los que justifican la existencia de “puestos de mando” y de influencia a los que, a buen seguro, acabarán aspirando. Estos pueden ser tales como la preeminencia de lo público sobre lo privado; de lo colectivo sobre lo individual; de lo local sobre lo español; del catalán sobre el castellano; de lo solidario sobre lo económico; de lo planificado sobre lo espontáneo, de lo intencionado sobre lo cierto, de lo pagano sobre lo cristiano, etc. Todos ellos, por supuesto, son valores que refuerzan el concepto de sociedad estatista y colectivista.

En esta etapa el dominio del idioma internacional por excelencia, el inglés, comienza a adquirir importancia, contribuyendo también a marcar diferencias, pues el sistema educativo oficial parece no ser capaz de alcanzar el mínimo de éxito deseable. En cualquier caso, el proceso de aprendizaje del inglés no altera, en absoluto, los valores implícitos antes señalados.

Por último, en la etapa de educación superior, buena parte del proceso de selección ya está completado. En las universidades, y más allá de los conocimientos meramente técnicos, se encontrarán con un profesorado consciente de su condición de élite. Una condición que muchos consideran vinculada a los valores antes citados, todos ellos vinculados de forma más o menos explícita al nacionalista y el socialismo. Por supuesto, también hay profesores que podríamos llamar “librepensadores” o “heteredoxos”, pero lo más habitual es que la mayoría comparta una determinada visión social.

Durante esta última etapa, algunos de los estudiantes abandonarán el camino hacia los puestos de mando. Pero todos visualizarán, bien a las claras, que los mejores empleos sociales son los señalados al principio de este escrito.

Por todo ello, no nos podemos extrañar que cuando el Govern, el Consell o el Ayuntamiento o cualquier otra institución financiada con tributos anuncia incrementos presupuestarios muy superiores del crecimiento económico, las élites lo contemplen como un éxito, sin considerar, en ningún momento, la contrapartida del aumento de carga compartida que supone.

En definitiva, sí, como siempre se ha dicho, el gran triunfo de la liberal Margaret Tatcher fue que sus opositores laboristas, de la tercera vía de Toni Blair, aceptaran la mayoría de sus postulados. Tal vez, aquí podríamos afirmar que el gran triunfo de la izquierda local ha sido configurar una determinada forma de educar a las élites. Probablemente esa es la mejor explicación de que más allá de su adscripción ideológica, desde los puestos de mando se acepten los mismos credos.

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