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La economía de la atención

martes 07 de septiembre de 2021, 05:00h

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Hace apenas dos meses, en junio del 2021, se celebró en Palma la 2º edición de TedX Arxiduc a la cual asistí escribiendo un artículo posteriormente. Como ya describí se trató de un evento de una gran energía positiva y un alto nivel de calidad por parte de la organización y los conferenciantes. Una de las 11 actuaciones fue la de Miguel Fernández que pudo explicarnos sus inquietudes sobre la economía de la atención.

La reciente lectura de varios artículos me ha recordado las advertencias que tanto Miguel como otros expertos en tecnología han ido difundiendo a aquellos que quieran prestarles atención. Seguramente muchos de los lectores no han escuchado aún el término de economía de la atención o capitalismo de vigilancia, y no es casualidad. No interesa por parte de diferentes empresas implicadas que esta información se divulgue. De forma breve les explicaré que se trata del nuevo negocio que puede cambiar el mundo y a la humanidad y que consta básicamente de traficar con la información que cada uno de nosotros generamos y distribuimos por internet y por las redes sociales. Las principales empresas del mundo como Facebook o Google, por citar a dos de las más representativas, llevan años generando una sofisticada tecnología que les permite capturar toda la información que nosotros mismos les entregamos con el uso “gratuito” de las aplicaciones que desarrollan. Insisto, tecnologías, herramientas y aplicaciones cada vez más sofisticadas para cumplir su objetivo que es “engancharnos” y de esta manera no dejemos de entregarles información. El modelo de negocio de estas empresas tecnológicas es capturar y guardar esta información para luego venderla a sus clientes empresas que a su vez la utilizan para vendernos sus productos o para influir en nuestras preferencias y opiniones. La tecnología va avanzando hacia la generación de datos de mayor calidad y fiabilidad que se traducen en una mayor predictibilidad. Hoy sabemos que los algoritmos conocen decisiones personales que aún no hemos tomado, es decir antes que nosotros mismos seamos conscientes. Estaríamos por tanto en el primer nivel de esta nueva economía pero que va avanzando hacia un segundo nivel mucho más peligroso. Como he explicado la información está generando altas predicciones e influye en las decisiones del ciudadano, pero pronto se convertirá en una clara herramienta de manipulación a favor de estas empresas tecnológicas y de sus fieles clientes. No nos olvidemos de cómo las campañas electorales de Obama, Donald Trump y el referéndum del Brexit contaron con tecnología de predictibilidad e influencia totalmente fuera de cualquier ética. En el caso de las elecciones del 2016 de Donald Trump, según las investigaciones de los medios The New York Times y The Observer, utilizaron datos privados de la red social Facebook para manipular psicológicamente a los votantes. La empresa tecnológica era Cambridge Analytica y el escándalo hizo no solo bajar la cotización de Facebook sino hacer comparecer a su fundador ante una comisión del parlamento británico. Para estas empresas todo vale para conseguir los objetivos, desde inventar noticias falsas que corren como la pólvora por las redes sociales como atrapar a un político, gracias al conocimiento de sus inconfesables “deseos”, en una trampa que será oportunamente grabada.

Lamentablemente no solo estamos hablando de una gran economía que nos está robando nuestra libertad, sino que también es responsable de que seamos menos felices con cuadros de ansiedad y depresión y que en definitiva vivimos “enganchados'' como si de una droga se tratase. Las empresas de videojuegos, que también forman parte de esta economía de la atención, están desgraciadamente centradas en que nuestros hijos desarrollen una adicción a sus juegos debido a que los continuos estímulos generan excesos de dopamina. La dopamina es una sustancia química producida en el cerebro que funciona como neurotransmisor, asociada a la sensación de placer y recompensa. El exceso de dopamina es el origen de ansiedad y depresión en personas que no tienen ningún otro factor determinante. Personas con bienestar económico, con estudios y con familias acogedoras están llenando consultas y los psiquiatras deben entender mejor el diagnóstico cuya solución no es un antidepresivo sino un ayuno absoluto de dopamina, esto es, de pantallas.

En definitiva, es un asunto de enorme complejidad y también urgente. Como usuario intensivo del móvil y de redes sociales no sé bien qué puedo hacer más que ser consciente de que todo el tiempo que paso en internet estoy complementando mi perfil de conducta y psicométrico que las empresas utilizarán para su negocio. También puedo explicarles a mis hijos cómo se está gestando esta economía de la atención a través de documentales o testimonios para que vayan generando esta conciencia además de que entiendan que es la razón por la cual, como padres, les ponemos límites en el uso de las pantallas. Como decía, es un asunto sumamente complejo y sigo teniendo la sensación de que las medidas que estoy escribiendo son claramente insuficientes para detener a estas empresas en sus objetivos. ​

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