Les invito a leer y reflexionar sobre una historia imaginaria. Los resultados finales de le eliminatoria Bayern-Real Madrid, fueron otros. En Munich no se produjo la equivocación de Rafinha que permitió el gol de Marco Asensio y aun sin contabilizar las numerosas ocasiones alemanas, el partido acabó 1 a 1. En España el portero teutón de cuyo nombre es mejor no acordarse, despejó fácilmente el balón en lugar de servírselo en bandeja a Benzema. Otra vez sin considerar los fallos de caracterizados futbolistas como Müller, Lewandosky o Ribery en inmejorables condiciones para marcar, el marcador señala 1-2. Este cuento solo posible en la mente de Jupp Heynckes pero no tan lejos de la realidad, hubiera cambiado todo cuanto comentario, crónica o leyenda se ha publicado después por cualquier medio.
Sergio Ramos no sería un central majestuoso; Marcelo, un lateral sin espalda; Keylor un desastre en la ida y ya puede ir Florentino buscando portero; Cristiano ni la olió en 180 minutos; Zidane, al dejar a Casemiro en el banquillo, un suicida y así sucesivamente. Ahora todos son semidioses a pesar de que, corazón y sinceridad en mano, el líder de la Bundesliga ha sido muy superior en los dos lances. Es mi opinión sin ánimo de poner ni quitar rey y, mucho menos, polemizar con nadie.
Lo que quiero demostrar es que, por mucho que se escriba y se diga, lo único que importa en el fútbol es el resultado, un dictadorzuelo virtual, o no tanto, que disfraza el mal juego de un ganador y oculta el buen juego del perdedor en términos generales, porque tanto los contendientes citados como las consecuencias de sus últimos enfrentamientos los he utilizado a modo de ejemplo. Nada más. Es una situación que se reproduce un montón de veces cada temporada y en todas las competiciones y provocan reacciones muy naturales en los aficionados, pero no tan lógicas entre cuerpos técnicos, directivos y medios de comunicación.