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La derrota de la vieja guardia

martes 23 de mayo de 2017, 04:00h

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La victoria de Pedro Sánchez en las elecciones primarias a secretario general del PSOE, no es solo la derrota de su principal oponente, Susana Díaz y del tercero en discordia, Patxi López, sino también la de toda la vieja guardia del partido y los barones territoriales, desde Felipe González hasta José Luis Rodríguez Zapatero, pasando por Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Bono y tantos otros.


Los partidos políticos españoles surgidos de la transición, sobre todo los dos grandes, PP y PSOE, funcionan como organizaciones piramidales, en las que las decisiones se toman por la minoría dirigente y se transmiten de arriba abajo, para que sean implementadas disciplinadamente por los «aparatchiki» y acatadas por los militantes de a pie. Los dirigentes y el aparato controlan los congresos, la composición de los órganos de gobierno y participación y la composición de las listas electorales. Cualquier divergencia, sobre todo pública, es severamente castigada. Alfonso Guerra, el gran maestro del control interno, lo resumió brillantemente en su famosa frase metafórica: «el que se mueve, no sale en la foto».

Una de las consecuencias de este modo de organización y funcionamiento es que los partidos han ido alejándose del contacto con la realidad, con el día a día de los ciudadanos, pero también se han desconectado de sus bases, de sus afiliados de a pie, a los que se les exige obediencia, acatamiento y solo se les requiere cuando son necesarios para el trabajo duro durante las campañas electorales, para acudir a los mítines electorales a hacer de claca y jalear las intervenciones de los líderes.

Este alejamiento de las bases del partido ha quedado al descubierto en estas primarias del PSOE. Acostumbrados al control, ejercido no solo de modo coercitivo, sino también repartiendo prebendas y cargos en las administraciones e instituciones en las que se gobierna, los dirigentes siempre han estado convencidos de que sus propuestas y candidatos saldrán victoriosos en las elecciones internas, ya sea en congresos o en primarias.


Pero desde hace algún tiempo las cosas han cambiado, la crisis económica y la corrupción indecente de muchos políticos, sobre todo, aunque no exclusivamente, del PP, han llevado a muchos ciudadanos, también a muchos militantes de los partidos, al hastío, al hartazgo y a la rebelión contra este «statu quo» y las anquilosadas estructuras de los partidos no han sabido, no están sabiendo, reaccionar ante esta nueva situación.


Estas elecciones primarias del PSOE han sido un ejemplo paradigmático. Todo el aparato del partido, sus dirigentes actuales y todas sus viejas glorias, incluido el gran icono (o la gran momia) Felipe González, se posicionaron a favor de Susana Díaz. Ítem más, también ha tenido un desmesurado apoyo mediático con una demonización paralela de Pedro Sánchez. Y, a pesar de todo ello, ha sufrido una derrota sin paliativos. Los militantes de base han otorgado una mayoría absoluta al «outsider», al apestado del aparato, que se ha convertido en su auténtica némesis.


Los partidos que aun funcionan a la antigua, en los que la camarilla dirigente controla y decide sin participación de las bases, deberían tomar nota, más pronto que tarde la situación se volverá en su contra.
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