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La derecha no sabe perder (1)

Por Miquel Pascual Aguiló
viernes 17 de enero de 2020, 04:00h

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La cavernícola actitud de los despojos de Ciudadanos, del Partido Popular y de Vox, la tensión, el colesterol malo y la adrenalina, que patentizaron en el Congreso de los Diputados durante los días que terminaron con la elección de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno, nos ha recordado una frase lapidaria, aquella que dice que hace muchísimo frío cuando se está en la oposición.

Se vio mucho espumarajo, descalificaciones y ataques personales, tono bronco y desvarío de declaraciones, amenazas y berreos hiperventilados, producto de su impotencia y su rabia. Los descalificativos a palo seco, sin maquillaje ni nada, han irrumpido en el marco político actual y ya nadie se extraña de que personajillos como Casado, Arrimadas, Abascal y compañía vomiten palabras que poco o nada tienen que ver con lo políticamente correcto, buscando el aplauso fácil de los fanáticos que pululan de un partido a otro en función de quien la dice más grande y quien berrea más fuerte dejando menos espacio a los otros dos.

No es por falta de ganas que esta especie de personajes de establo, como Pablo Santiago Chiquero los define en su libro “Cervantes para cabras, Marx para ovejas” como “de testosterona fuerte y neurona corta” y otros muchos más de su misma calaña, quieran emular a Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque, general español de tendencia republicana cuyo golpe de Estado acabó en la práctica con la Primera República Española.

Fue el 3 de enero de 1874, durante la Primera República, que el general Manuel Pavía, capitán general de Castilla la Nueva cuya jurisdicción incluía Madrid, dio el golpe de estado. Consistió el golpe de estado en la ocupación del edificio del Congreso de los Diputados por guardias civiles (el bis se produjo en el año 1981) y soldados que desalojaron del mismo a los diputados cuando se estaba procediendo a la votación de un nuevo presidente del Poder Ejecutivo de la República.

En el imaginario colectivo ha quedado que entró en el Congreso a lomos de su caballo, el “caballo de Pavía”. Sin embargo, este hecho en realidad no ocurrió, en cambio entrar a caballo, como dice la leyenda, en el Congreso de Diputados cuando se diera nombre al presidente electo ahora se le podría haber ocurrido a algún representante de la derecha cobarde o de la ultra derecha aficionado a fotografiarse a caballo presente en el hemiciclo (¡ojo!, en las fotos el noble caballo es el de abajo, no confundirse).

Los mismos que vomitaron improperios, insultos, amenazas son los que diciendo que ocupan el centro derecha han realizado un acercamiento de sus posiciones políticas hacia las ideas y modos de la extrema derecha, con lo que, en este momento, la derecha ideológica la está liderado la ultraderecha, un hecho enormemente grave tanto para la democracia como para la normal convivencia.

Los populares están llamando a la gente a la confrontación, a ocupar la calle. Siguen acordándose de cuando su fundador y presidente durante muchos años decía aquella frase franquista de: “La calle es mía”. (La frase fue pronunciada en el año 1976 por el entonces vicepresidente y ministro de Gobernación, Manuel Fraga Iribarne, en el Ejecutivo de Carlos Arias Navarro, el primero gobierno nombrado por el rey Juan Carlos).

Es de esperar que el Partido Popular desde sus actuales posiciones profundamente radicales y rencorosas vuelva a posiciones más moderadas, pero dudo que lo haga porque en estos momentos le preocupa más su propia supervivencia como partido y que Vox no les arrase por la derecha que la gobernabilidad del País.

Los actuales, en el fondo, piensan como Manuel Pavía, pero no tienen agallas para arriesgarse. Resulta patético verlos vociferar, patalear, insultar desde sus escaños. No les queda más remedio que acostumbrarse a la democracia o atreverse a destruirla.

Espero y deseo que opten por lo primero y cuanto antes mejor.

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