Actualmente hay leyes, que están vigentes y que conculcan derechos básicos de las personas, como son: la presunción de inocencia, la libertad de expresión, la igualdad, la libertad de cátedra, la seguridad jurídica, el derecho de los padres a educar a los hijos según sus convicciones, etc.. Y en especial atentan contra los más vulnerables, los menores, conculcando el principio del interés superior del menor.
No solo atentan contra numerosos derechos fundamentales reconocidos en nuestra Constitución, sino que trata de imponer una ideología, una forma de concebir al hombre, violentando la ciencia bajo unos parámetros no científicos, y todo ello en un marco de absoluto relativismo moral, con el perverso sello de estimular guerras y odios entre iguales. Por supuesto, con la prescripción y aplicación de sanciones para el que disienta.
Introducen en la escuela una determinada forma de entender la sexualidad, siempre contraria al sexo biológico y a la evidencia científica, violentando el derecho de los padres y se transgrede la clara obligación de absoluta neutralidad del Estado en estas cuestiones.
Culpabilizan a todo aquel que pueda disentir, imponiendo sanciones de forma discrecional a quien sea denunciado por discriminación, con el único parámetro subjetivo del sentimiento del presunto ofendido.
Todo ello bajo la excusa de igualdad y no discriminación, que encierra toda una estrategia para modificar culturalmente nuestra sociedad y subvertir los valores en los que se asienta nuestra Carta Magna. ¿Cómo no defender la igual dignidad de toda persona? ¿Cómo no luchar contra cualquier tipo de discriminación? ¿Cómo no crear en los colegios pautas en contra de cualquier ataque a un compañero? Pero… lamentablemente, esta no es la intención. Nuestro ordenamiento jurídico actualmente debe responde ante estos posibles ataques.
Auspiciada por la izquierda y apoyados por los que se autodenominan centro derecha, esta revolución social de deconstrucción del hombre y la familia, encuentran cualquier oportunidad para crear inestabilidad, con afán oportunista, sin importarle la defensa de tal o cual derecho incuestionable del hombre.
Es la consecuencia de la actitud de algunos políticos y gobernantes que en unos casos delegan su función representativa en ellos mismos y en otros casos , legislan en contra de sus propios ciudadanos.
Es la hora de reaccionar e impedir esta nueva imposición de nuevos dogmas ideológicos de los que siempre han desechado la imposición de otros pero que no tiene ningún rubor en imponer los suyos. Ah y sancionar a todo aquel que discrepe de la obediencia ciega a esos dogmas. Toda un paradigma totalitario.