El Consell impulsó a principios del 2011
la declaración de todo el Casco Antiguo de Palma como Bien de Interés Cultural. Este impulso fue remitido a la Comisión del Patrimonio Artístico de la institución, que se reúne cada mes.
Hace tres años que el expediente se pudre en un despacho sin que se haya tomado ninguna decisión ni se haya producido el más mínimo interés político para sacar adelante esta declaración.
Esta parsimonia, con el equipo de gobierno del PP de
Maria Salom de responable, choca con la intención del alcalde de Palma,
Mateu Isern. En las pasadas fiestas de Sant Sebastià l primera vara anunció
solemnemente que impulsará que los lugares más emblemáticos de Palma sean declarados
Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco. De hecho, ha puesto en marcha una comisión técnica con la llamativa presencia del primer teniente de alcalde de Turismo,
Alvaro Gijón, controlando el cotarro.
Esta comisión será la que decida si se ha de pedir la declaración para
todo el Casco Antiguo o sólo para los monumentos góticos, las murallas renacentistas y la fachada marítima. En todo caso, la movida en Cort es grande porque
a la Unesco no se le puede dar gato por liebre y tienen que hacer una petición documentadísima y de primera categoría.
Pero mientras se busca esta declaración universal, con la mirada puesta en atraer turismo de calidad en temporada baja a Palma, sorprende que el Consell no le dé al Casco Antiguo la protección legal insular, que teóricamente seria el paso previo al reconocimiento por parte del resto de la humanidad.
El asunto llegará pronto al pleno del Consell porque la coalición Més prepara una petición instando a que la Comisión del Patrimonio Histórico Artístico
se ponga de una vez a trabajar para articular la definitiva declaración de BIC. Sin este paso previo, todo indica que la Unesco no se meterá en
berenjenales.