La ciudad y los perros
lunes 07 de abril de 2014, 16:30h
Le robo el título a Vargas Llosa para hablar de un tema menor, sin apenas importancia pero que últimamente me tiene preocupado. Espero que me perdone el peruano.
Verán. El otro día escuché que entre la levadura y el ser humano existe una coincidencia genética del 30%. Dicha coincidencia no puede basarse en similitudes cerebrales, porque la levadura es mucho más inteligente y mucho más útil que buena parte de los seres humanos, por lo que imagino que dicho porcentaje proviene de la composición de ambos, basada en el carbono.
Con la mosca del vinagre la coincidencia genética es del 70%, a pesar de que los seres humanos no son, en general, insectos ni son capaces de volar más que en caída libre. Sorprendente.
Con un chimpancé la similitud es del 99%. Dado que entre los hábitos de un chimpancé y los de la mayoría de seres humanos hay bastantes diferencias (por ejemplo, la guerra atómica, la tiranía de los mercados, el fútbol…), lo cierto es que ese 1% da bastante de sí.
Pero he venido a hablar de perros, cuya similitud al ser humano estará genéticamente muy cerca de ese 99% del chimpancé, en tanto en cuanto todos somos mamíferos.
Debo reconocer que me dan miedo los perros, lo que hace que vivir en una ciudad en la que habitan aproximadamente 40.000 perros censados no sea precisamente lo más tranquilo, aunque sí lo terapéuticamente más recomendado para mi fobia. Sobreexposición se llama, creo.
No hay día que no me cruce con perros de todo tipo. Grandes y pequeños, simpáticos y tímidos, potencialmente peligrosos y peligrosos de verdad. Es fundamental para sobrellevar mi fobia analizar el conjunto perro-dueño. Por ejemplo, un perro potencialmente peligroso con un dueño respetuoso será un perro que paseará debidamente atado y con bozal, además de seguramente estar debidamente adiestrado. Si el dueño es un sinvergüenza, el perro irá suelto y/o sin bozal, para orgullo y pecho henchido del cretino de su amo, que verá con alegría mi cara de horror. Todo lo que cuento me ha pasado.
Con tantos perritos o perrotes por la calle, hace unos años la ciudad daba auténtico asco. Los perros, tan similares a nosotros, tienen perentorias necesidades fisiológicas, y los dueños, tan preocupados por sus mascotas, los sacan a pasear para que en la vía pública tengan el tan necesario desahogo.
Como digo, hace unos años Palma estaba llena de cagadas de perro. La situación ha mejorado bastante, gracias fundamentalmente a la concienciación de miles de dueños de perro que van con su bolsita. Aunque por desgracia siempre hay incívicos y maleducados que consienten dejar delante del portal de la casa o del negocio de otro las heces de su amiguito, para que sea el otro el que se jorobe, ya que el prójimo siempre es menos importante que su perro.
Pero de un tiempo a esta parte vengo fijándome en las esquinas, en todas las esquinas de las calles. No solo en las esquinas de las manzanas o intersecciones, sino también en las entradas de las casas, de los comercios… Si se fijan, verán cómo la gran mayoría de esquinas están empapadas de meadas de perro. No se trata de mojaduras de un día o dos. No. La piedra está impregnada, manchada, oscurecida por centenares, miles de micciones caninas que sin reparo, como quien no quiere la cosa, se van depositando día tras día.
Hagan la prueba. Es algo tan cotidiano que ya casi ni reparamos en ello. Convivimos por la calle con hectólitros de orines como si eso fuera lo más normal del mundo. Y si nuestros excrementos son contaminantes y transmiten enfermedades, les recuerdo que entre nosotros y los perros la similitud genética es de casi el 99%, por lo que también son idénticos nuestros residuos orgánicos.
Hace siglos, la gente tiraba a la calle todo tipo de inmundicias al grito de ¡agua va! Las calles estaban llenas de basura y de restos en descomposición. Y ahora, con el paso de los años y acostumbrados al agua corriente y al alcantarillado, nos sorprenden tan repugnantes conductas.
Pero tras repugnarnos y hacernos cruces de cómo podía vivir la gente tirando la basura a la calle, sacamos a los 40.000 perritos a la calle para que inunden cada esquina, cruce, portal, garaje, entrada… con sus micciones, dejando
la calle hecha un auténtico asco.
Dentro de algunos siglos, si es que llegamos tan lejos como especie, los seres humanos del futuro contemplarán con asombro que fuéramos capaces de consentir que los perros (insisto, 40.000) de Palma orinaran en las paredes de nuestras casas, de nuestros comercios. Que lo hicieran en masa, sin problemas, sin que exista la más mínima obligación de limpieza, ni la más mínima sanción o sin que alguien piense en algún sistema alternativo (no sé, caramba, aunque sea un pañal para perros!!!).
Si el dueño del perro se meara en mi casa, o en la puerta de la frutería de enfrente, tendría algún problema en forma de denuncia en el mejor de los casos. Si todos los que no tenemos perro fuéramos a mearnos en las casas de los dueños de perros también tendríamos problemas. Lógicamente.
¿Por qué, sin embargo, asumimos que los perros, tan parecidos a nosotros, ensucien y contaminen nuestras calles, nuestros entornos de vida cotidiana, sin hacer nada al respecto?
No se trata de prohibir que haya perros en la ciudad (cosa que en Islandia sí que se hizo). Se trata de que su existencia no sea ni molesta ni nociva para los demás, por muy graciosos y simpáticos que sean.
Porque, para que el perrito mee día sí día también en la puerta de mi casa, lo cierto es que podría mear en el salón de su propietario, que es quien tiene la obligación de aguantarlo.
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La ciudad y los perros
Últimos comentarios de los lectores (4)
21734 | Perropañal - 08/04/2014 @ 15:15:44 (GMT+1)
Estoy completamente de acuerdo con el autor. Es asqueroso tener las calles llenas de mierda y meadas. El problema, es que, al contrario de lo que se dice, los dueños de los perros no son mejores personas que los que no tienen perro. Si lo fueran, serían responsables de que su perro no molestase a nadie. Yo recomendaría llevar al perro con pañal. Si a los perros se les humaniza, obligándoles a vivir en una ciudad, con ridículos trajes y hablándoles como si estuviera respondiéndote, también deberían preocuparse por su dignidad y que nadie le viese mear, porque para un humano es muy ridículo mear en público, para un perro también.
21730 | SAVIGNY - 08/04/2014 @ 11:55:06 (GMT+1)
No se trata de que el autor deba o no tener un perro. Se trata de que la calle está hecha un asco a base de cagadas y meadas de animales. Y parece que a muchos eso les da igual, pero a otros muchos no. Tenemos derecho a que los animales de los demás no nos meen en casa y que las calles estén limpias, es decir, que no las ensuciemos.
21729 | Pepe can - 08/04/2014 @ 11:41:11 (GMT+1)
"Para su fobia, le recomiendo se compre un animalito de estos, aprenderá mucho de él. Seguro."
Le recomiendo que lo adopte, un animal no es una mercancía que se pueda comprar. Haga algo bueno por alguien y adoptelo, el perro le mejorará como ser humano, así no tendrá tanto tiempo para pensar en vanalidades.
Salut!
21725 | joan - 08/04/2014 @ 07:54:25 (GMT+1)
Yo creo sinceramente que tiene parte de razón, dado que parece saberlo todo, digame como hacemos los dueños de perros para que éstos meen ¿donde? cuando los sacamos a la calle, no hay un pipican a cada esquina, ni siquiera en cada barrio, no hay parque exclusivo para ellos por todas partes, hay que coger el coche e irte con él a "pasear" al perro. Pero cuando no te queda otra que salir a realizar actividades propias de ciudad -compras, simplemente disfrutar del dia, papeleos- y estás sólo con el perro, tiene tanto derecho como ud, en pasear y ellos no entienden que hay que salir meados y cagados de casa. Además los machos tienen la desagradable costumbre -instintiva- de mear sobre la meada de otro macho. De forma que deme una solución y la aplico gustoso, recojo la mierda de mi perro, pero recoger la meada es algo más complicado, a pesar de ello si voy a centros comerciales que permiten perros y el mio mea sobre el embaldosado con peligro de resbalones para el humano que viene detrás, lo seco con papel. Y si, los puercos no son los perros sino los dueños de estos, y no, la ciudad sigue asquerosamente plagada de mierdas de perro por todas partes, los incivicos y sinvergüenzas de sus dueños todavia no han sido multados suficientemente. Para su fobia, le recomiendo se compre un animalito de estos, aprenderá mucho de él. Seguro.
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