El paisaje urbano y comercial de cualquier gran ciudad está hecho siempre de paradojas. Así, mientras determinados negocios y oficios van desapareciendo, surgen otros nuevos o renacen con fuerza algunos que se daban ya por casi extinguidos. Esta situación se está dando también en Palma en estos últimos años, en especial en las barriadas del extrarradio.
"Un lugar no es sólo su presente, sino también ese laberinto de tiempos y épocas diferentes que se entrecruzan en un paisaje y lo constituyen", escribió el maestro Claudio Magris en su precioso libro El infinito viajar. Al mismo tiempo, hacía en esa obra una muy acertada analogía entre la fisonomía de una ciudad y la de una persona.
En ese sentido, Magris afirmaba que los pliegues, las arrugas o las expresiones excavadas por la felicidad o la melancolía, "no sólo marcan un rostro, sino que son el rostro de esa persona, que nunca tiene sólo la edad o el estado de ánimo de aquel momento, sino el conjunto de todas las edades y todos los estados de ánimo de su vida". Lo mismo podríamos decir de la faz de cualquier urbe, incluida por supuesto Palma.
En el hoy de la capital balear no sólo conviven su pasado y su presente, sino también su mañana y su futuro. En el caso de los negocios y los comercios de Ciutat, podemos hablar tanto de los que desaparecieron como de los que han surgido gracias a las nuevas tecnologías o de los que se han recuperado en años recientes. Entre estos últimos se encuentran las panaderías artesanales, las tiendas de reparación de calzado o los establecimientos de arreglo de ropa.
Un buen ejemplo en ese sentido es el de la tienda 'Ben Cosit', ubicada en la calle Bartomeu Torres de Palma. Su propietaria, Eva, nos explica que abrió su actual negocio hace ya diecinueve años. Con anterioridad, vivía en Peguera. De joven había estudiado patronaje y había tenido un taller de confección. "Todas las personas de mi familia, menos mi madre, sabemos coser", señala.
"Pensé que abriendo mi propia tienda en Palma podría ofrecer un buen servicio a la comunidad", indica. Con el paso de los años, Eva ha podido ir comprobando día tras día lo acertado de aquella primera y lejana intuición. "De cada vez vienen más personas a mi tienda, porque se enteran de que hay este servicio", corrobora. El día de nuestra visita, la tienda está llena de clientes, que en todos los casos reciben buenos consejos sobre posibles remedios para su ropa.
NUEVAS SOLUCIONES
"Al final, lo que te pide la gente es una solución para su prenda, que no se puede poner por una cosa o por otra", añade la dueña de 'Ben Cosit'. Por tanto, se trata de "reajustar las prendas que traen los clientes para intentar salvarlas". En la actualidad, nuestra interlocutora hace además muchos parches de vaqueros y cambios de cremalleras.
"Cuando abrí la tienda, los arreglos eran diferentes", recuerda, para añadir: "En aquella época la economía iba bien y el arreglo que más hacía era el de los bajos de los pantalones nuevos, pues casi toda la ropa que me traían era nueva". Ahora, en cambio, la gente recicla más, en parte por la crisis económica y en parte también por una mayor conciencia medioambiental. "Yo creo que la mentalidad de la gente ha cambiado, pues muchas personas consideran hoy que no han de tirar una prenda si le pueden dar aún un mayor uso", concluye Eva.
Esa última opinión es compartida plenamente por Ramón, que es técnico reparador de calzado y que trabaja como zapatero en una parada del renovado Mercat de Pere Garau desde hace seis años, esencialmente poniendo tacos y suelas. "Muchas personas prefieren dar hoy una segunda vida a sus zapatos o a sus bolsos más queridos antes que tirarlos", afirma. En paralelo, desde la pandemia "mucha gente ha tomado conciencia de la necesidad de reciclar, en contraposición al consumismo desenfrenado de comprar y tirar que había antes".
Ramón lleva ya un total de veinticinco años como reparador de calzado. "Cuando empecé en este mundo, había mucho trabajo, si bien a raíz de la crisis de 2008 bajó bastante y se mantuvo más o menos igual hasta 2020, en que se produjo una subida tras la pandemia", resume. En su parada, también hace llaves, arregla cinturones, remienda bolsos y mochilas, y afila cuchillos y tijeras. En todos los casos, se trata de una labor artesanal, "que es lo que la gente también busca hoy en día".
A lo largo de ese cuarto de siglo, nuestro entrevistado ha podido constatar los cambios que ha habido en la moda en general y en los complementos en particular. "Antes arreglaba sobre todo zapatos de vestir, mientras que ahora la inmensa mayoría de zapatos que arreglo son de deporte", especifica. Por lo que respecta a la edad de sus clientes, "suele haber mucha gente mayor, porque es la gente que ya antes arreglaba sus zapatos, aunque también es cierto que cada vez están viniendo clientes más jóvenes".
HÁBITOS DE COMPRA
La citada nueva concienciación medioambiental, valorada de forma positiva por Eva y por Ramón, está influyendo sin duda en nuestros hábitos de compra. Así lo reconoce el profesor de Antropología de la UIB, Alexandre Miquel, quien señala que esa "sensibilidad ecológica" es más o menos reciente. "La moda de ser ecológico, no vinculada al cambio climático, es hoy reciclar", asevera.
Este reconocido estudioso compara en esta ocasión los hábitos consumistas del pasado y los del presente tomando como referencia la figura del denominado zapatero remendón, apelativo cariñoso con el que antiguamente eran conocidos los zapateros artesanos. "El zapatero remendón es un artesano y además es un artesano a la antigua", valora a continuación.
Nuestros padres o nuestros abuelos acudían a los comercios de estos zapateros porque décadas atrás "no había tanta oferta ni tanta pulsión hacia la compra sistemática". Paralelamente, "existía también más necesidad". Por otra parte, el concepto de reciclaje aún no había hecho su aparición. "No se acudía al zapatero remendón por una cuestión medioambiental, sino por razones económicas y de proximidad".
Esa figura artesana y otras sufrieron una importante crisis en los años ochenta y noventa, a causa del "consumismo compulsivo" de aquella época, pero empezaron a remontar con el inicio del nuevo siglo. "Además, desde hace unos años vuelve a haber más necesidad, porque la gente tiene menos capacidad adquisitiva", destaca Alexandre Miquel. Esta situación ha favorecido también la aparición de aplicaciones y de tiendas que venden ropa u objetos de segunda mano, incluidos los locales vintage.
El nuevo auge del oficio de zapatero y de otros trabajos artesanos se explica igualmente porque vuelven a coger fuerza los comercios de proximidad. Así, nos encontramos con "la recuperación de esta relación del oficio como un mecanismo de socialización".
OFICIOS ARTESANOS
En el ámbito de los trabajos artesanos se encuentra también el que llevan a cabo los panaderos que aún cuentan con un obrador en su establecimiento, como ocurre en el caso de Víctor, quien desde hace algo más de dos años regenta 'La casa de Víctor', ubicada en la calle Faust Morell de Palma. Víctor nació en Chile, pero desde hace casi veinticuatro años vive y trabaja en Mallorca.
"En mi panadería, todos los productos son artesanos, pues se hacen a la antigua, manualmente", recalca. En ese sentido, su local se diferencia por completo de otros muchos establecimientos panaderos y pasteleros, cuyos productos se elaboran con diversas maquinarias en los polígonos industriales. "Mucha gente prefiere hoy comprar un pan artesanal que otro que previamente ha sido congelado", señala.
Los clientes de 'La casa de Víctor' pueden comprar a lo largo de todo el año tanto pan moreno como pan blanco, así como también empanadas, ensaimadas, crespells, llonguets, vienas o magranetas. Además, en estos días pueden adquirir también espinagades, del mismo modo que en Semana Santa pueden hacer lo propio con los robiols. "Todo lo que se pueda hacer a mano, lo hago", añade.
Esta panadería ofrece también desayunos para ser consumidos en el propio local, que incluyen un zumo de naranja, un café con leche y un cruasán o una ensaimada —o una tostada—, "a un precio muy accesible, pese al incremento constante de la inflación". Algunos de los clientes de Víctor son también artesanos, por lo que comparten asimismo con él anhelos e ilusiones en un mundo que vuelve a valorar las cosas hechas o reparadas a mano.
Gracias a ese cambio de paradigma, poco a poco son cada vez más los alfareros, ceramistas, grabadores, carpinteros, tapiceros, joyeros, sastres, orfebres, encuadernadores, vidrieros o relojeros que ven cómo van floreciendo de nuevo sus negocios en Palma y en otras ciudades. Por suerte, los antiguos oficios artesanos vuelven a estar de moda, con el novedoso apoyo de numerosos influencers, youtubers e instagramers, que, a su modo, son unos artesanos también.
"El bosque del viandante moderno es la ciudad, con sus desiertos y sus oasis, su coro y su soledad, sus rascacielos o sus mesones de las afueras, o sus calles rectilíneas en fuga hacia el infinito. Acaso el transeúnte con los ojos y los sentidos abiertos sea el viajero más auténtico", concluía Claudio Magris en El infinito viajar. Algunos de los oasis a los que hacía referencia este gran escritor son hoy fácilmente detectables por los viajeros urbanos y no urbanos, precisamente en los negocios y los oficios felizmente recuperados.