La carestía de la vivienda de alquiler, cuyo precio en muchos lugares de Baleares alcanza niveles prohibitivos, se ha convertido directamente en un auténtico drama social. Pero hay colectivos especialmente perjudicados por esta situación, como es el de los jóvenes que quieren emanciparse y salir del hogar paterno para comenzar su propio proyecto de vida, fuera del nido de sus progenitores.
Según datos del Consejo de la Juventud de España, recabados a través del Observatorio de Emancipación en el primer semestre de 2023, únicamente el 16,4 por ciento de los jóvenes de Baleares han podido emanciparse de sus padres. La edad media de emancipación es de 30,3 años, lo que da idea de la tardanza en abandonar el nido, debido fundamentalmente a la imposibilidad de costearse una vivienda, ni aun compartiendo piso.
De media en Baleares, un joven debe pagar 1.312 euros para vivir solo, lo que en la práctica supone un imposible, pues requiere destinar el 98,4 por ciento de su nómina únicamente a la vivienda. Aquí radica la razón por la que es casi imposible comenzar un proyecto de vida autónomo para la juventud balear, algo que también lastra la tasa de crecimiento poblacional, pues nadie se plantea formar una familia y tener hijos sin tener medio resuelto dónde vivir.
Se confirma así lo que ya sabe desde hace años: la grave dificultad de acceso a la vivienda se ha convertido en un problema social de primer orden, con efectivos muy negativos sobre el mercado laboral y sobre la emancipación de la población juvenil. La demanda de vivienda se mantiene alta y la oferta es cada vez más escasa. Estamos ante la pescadilla que se muerde la cola y es preciso romper esta dinámica diabólica, tan indeseable como perniciosa para el conjunto de la sociedad.
Es preciso adoptar las medidas necesarias para darle la vuelta a esta situación y que haya más viviendas en el mercado, ya sean de compraventa o de alquiler.