La situación económica de Balears ofrece, periódicamente, datos positivos que demuestran su buena marcha. Esta semana conocíamos el informe de evolución que elabora la patronal CAEB donde se certificaba que la comunidad crece a un ritmo del 3,3 por ciento. Desde la sociedad de garantías recíprocas ISBA se explicaba en este mismo digital que la reactivación situaba a los nuevos negocios como receptores del 71 por ciento de los créditos. Los datos sobre creación de empleo marcan cada mes mejores resultados, al igual que los de consumo de los hogares o el crecimiento turístico.
Sobre el papel, la radiografía muestra una buena salud económica. Pero en un marco tan positivo ha destacado esta semana un dato alarmante como es el incremento del número de ciudadanos baleares que se asoman al umbral de la pobreza. La encuesta sobre condiciones de vida elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) refleja que el 21,3 por ciento de los ciudadanos de la comunidad se halla en situación de riesgo de pobreza, tres puntos por encima de la tasa registrada antes del inicio de la crisis.
Los datos estadísticos de esta visión menos triunfalista de la economía local señalan, además, que 36 baleares de cada cien no pueden afrontar gastos imprevistos ni, paradójicamente, irse de vacaciones; que 15 de cada cien se retrasa en los gastos de la vivienda y que más de la mitad sufre dificultades para llegar a fin de mes.
Es una situación que está llevando a entidades como Cáritas, y otras con similares objetivos, a niveles de actividad nunca vistos. Es la otra cara de una situación de éxito que debe hacer reflexionar sobre la economía de los más débiles, cuyo número, a tenor de la encuesta del INE, no es despreciable precisamente. Una sociedad de éxito no puede permitirse el lujo de que un número tan elevado de sus propios ciudadanos pueda quedar descolgado del avance que como sociedad en conjunto estamos protagonizando.