Dice Ana Rosa Quintana, líder de masas en televisión, que dejará de ver a los amigos que han decidido no vacunarse. Lo afirma tras decir que irá corriendo a poner el brazo para inocularse la tercera dosis. No queda claro si retirará la palabra a los no vacunados o a los que tengan inoculadas menos pautas que ella. El valor de la amistad queda para Ana Rosa a los pies de los caballos.
Este “dejar de ver a sus amigos” me ha hecho reflexionar sobre el valor de la amistad en los tiempos actuales, marcados por el miedo y la inseguridad.
La amistad es increíblemente beneficiosa para un ser social como es el ser humano. Lo dicen los psicólogos. Son innumerables los beneficios que proporciona. Por ejemplo, tener un amigo leal que te confía sus secretos y comparte sus preocupaciones y alegrías, aumenta la autoestima. Un amigo que te escucha (algo harto difícil de encontrar hoy en día) y aconseja en pro de tu bienestar produce un efecto muy reconfortante. Decía Sigmund Freud que la ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como unas pocas palabras bondadosas.
La amistad está basada en la fidelidad y la honestidad. No hay nada más doloroso que el quebrantamiento de la lealtad parte de un amigo.
La diferencia de opinión entre amigos puede ser enriquecedora y un consejo de alguien que no piensa como tú puede hacer abrir los ojos y desbloquear un conflicto emocional interno.
Si la amistad está por encima de la diferencia de criterios y opiniones. ¿Por qué Ana Rosa Quintana supedita la amistad a la diferencia de pensamientos sobre la vacuna?
La respuesta es: por miedo. El miedo que desde hace año y medio se instala en nuestras mentes poco a poco y a diario a través del bombardeo de muertes y contagios en informativos y en programas como el que ella dirige.
Uno podría pensar que al estar vacunada ¿de qué ha de tener miedo Ana Rosa si está protegida? Porque eso no es así. Nos bastará esta tercera dosis para eliminar el miedo inoculado en nuestras mentes durante tanto tiempo.
El miedo lo corroe todo. Hasta la amistad, si no preserva. El miedo a que falle la confianza depositada en un amigo, dejar de ver su honestidad y pensar que vas a ser traicionado a la mínima que bajes la guardia, dinamita todo vínculo afectivo. Sin tener en quien confiar, es imposible ser feliz.
Estamos viviendo una época convulsa en la que es difícil mantener el equilibrio emocional. Es primordial mantener las buenas amistades y recoger los beneficios de las reuniones de amigos. Sean del color político o seguidores del club de fútbol que sea. O se hayan vacunado una, dos, tres o cero veces. Todos siguen siendo mis amigos.
Los que se han vacunado una sola vez, lo hicieron porque siguieron el mensaje inicial de que, una vez aparecida la vacuna, se iban a acabar con el virus. La mayoría han aceptado una segunda dosis, porque han creído que la primera necesitaba un refuerzo. Entre estos empieza a surgir el escepticismo para la tercera dosis que está en camino. Aun así, se planten o sigan vacunándose, seguirán siendo mis amigos. Como también lo seguirán siendo los que no se vacunaron porque, aun no siendo antivacunas, ésta les genera dudas. Ya sea porque por la emergencia de la situación esta vacuna no ha pasado la fase de experimentación clínica que dura unos años, como otras vacunas anteriores. Ya sea porque existen voces críticas contra ella entre científicos y sanitarios o simplemente porque no existe obligación legal de ponérsela. Platón afirmó que la libertad está en ser dueños de nuestra propia vida.
Sean las razones que sean por las que mis amigos han tomado su decisión no van a dejar de ser mis amigos. Con diez vacunas o ninguna.
Porque no se crean que esto parará aquí con la segunda dosis. Ya verán. Afirma el Primer Ministro de Israel que la población más vulnerable es la que ha recibido dos dosis y no la tercera. Investigadores de ese mismo país, afirman que los beneficios de la tercera dosis mejoran la protección para mayores de 60 durante solo 12 días ¿Y luego? Ya nos están preparando para la cuarta dosis.
No seguiré el consejo de la profeta Ana Rosa porque, más allá del número de pinchazos, la compañía de mis amigos me reconforta. Porque escuchan mi opinión o simplemente porque no quiero prescindir de las risas tan terapéuticas que nos echamos en cada encuentro. Y porque nuestra amistad se ha forjado durante años y es sólida como el acero.
Me pregunto si Ana Rosa pedirá el pasaporte Covid en cada reunión de amigos y si no dejará entrar a quienes, aun llevando varias dosis encima, no estén a la última. Va a aparecer el síndrome de la obsolescencia programada en personas que no llevan instalada la última actualización del antivirus ¿No les recuerda algo esta afirmación? Los humanos estamos empezando a funcionar, cada vez más, como los sistemas informáticos ¿Tendrá algo que ver algún conocido magnate de la informática que poco antes de la pandemia predijo la aparición de un virus a nivel mundial y aboga por la instalación en nuestros cuerpos de antivirus actualizados?