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Kissinger y el Nobel de la paz

martes 05 de diciembre de 2023, 05:00h

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Henry Kissinger, antiguo secretario de estado y asesor de seguridad nacional de los Estados Unidos con los presidentes Nixon y Ford en los años 70 del siglo pasado, ha muerto hace unos días, pocos meses después de cumplir 100 años de edad. Fue una de las figuras más importantes y decisivas de la escena política internacional y artífice de algunas de las políticas y acuerdos de mayores consecuencias, para bien y para mal, de la segunda mitad del siglo XX.

Fue el responsable del acercamiento a la China con la conocida como diplomacia del ping pong, del inicio de la distensión con la Unión Soviética y contribuyó decisivamente a terminar la guerra del Yom Ki Pur entre Israel y los países árabes vecinos, así como de poner final a la intervención de Estados Unidos en la guerra de Vietnam con la retirada de sus tropas tras el acuerdo de Paris con el líder norvietnamita Le Duc Tho.

Precisamente por este acuerdo que supuso para Estados Unidos acabar con la sangría de la guerra en Vietnam, así como una retirada nada airosa y, en definitiva, una innegable, aunque no reconocida, derrota militar, recibió junto con su co-negociador el premio Nobel de la Paz, una decisión muy contestada en su momento y hasta hoy en día, puesto que sus consejos anteriores al presidente respecto de la intervención norteamericana fueron de una dureza salvaje, como la de bombardear masivamente Camboya, que era un país ajeno a la guerra y que quedó totalmente desestabilizado y debilitado, lo que permitió con el tiempo el triunfo de la guerrilla de jemer rojo y la instauración del régimen demente y criminal de Pol Pot, que provocó la muerte de dos millones de camboyanos, la cuarta parte de la población.

También es conocida su intervención, directa o indirecta, en el golpe de estado de Pinochet en Chile y en el de Argentina, así como su apoyo a otras dictaduras hispanoamericanas, como la de Anastasio Somoza hijo en Nicaragua, de quien afirmó, parafraseando a Franklin Delano Roosevelt, que se refirió a su padre de igual nombre en los mismos términos: “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. También intervino o inspiró la Operación Cóndor, que consistió en el asesinato en varios países, incluido Estados Unidos, de disidentes de las dictaduras militares americanas, mediante la acción coordinada de los servicios secretos de dichas dictaduras y la CIA.

Ha sido considerado por muchos estudiosos, académicos y organizaciones como un presunto criminal de guerra, posible genocida y, como mínimo, un personaje sin escrúpulos que siempre actuó guiado solo por lo que consideraba los intereses de Estados Unidos, según la versión republicana conservadora y, como tal, indigno del premio Nobel de la Paz. De hecho, Le Duc Tho no aceptó el premio, no se sabe si por decencia, dudoso, o por desprecio hacia sus valores, más probable, dado que él también era un presunto criminal de guerra y genocida.

Hasta el día de hoy no se ha conseguido que se le retirase el Nobel, algo que, en realidad, no se ha hecho nunca con ningún premiado y que el comité noruego del premio, debería empezar a considerar, ya que algunos de los receptores del mismo a lo largo de los años solo contribuyen a su desprestigio. El Nobel de la Paz y, en menor medida y de otra manera el de Literatura, se ha concedido en muchas ocasiones con indisimulados fines políticos, no siempre bien calculados ni conseguidos, que han conducido a que, junto a personalidades con merecimientos indiscutibles, figuren en su nómina personajes de dudosos, por decirlo suavemente, merecimientos, o, por personas que no atesoraban una trayectoria que les hiciera acreedoras al galardón.

A la primera categoría pertenecerían Menahem Begin y Anwar El Sadat, dos reconocidos halcones guerreros, Begin incluso un terrorista en su juventud bajo el mandato británico de Palestina, que recibieron el premio en 1978 por los acuerdos de Camp David, por poner fin a una guerra que habían iniciado ellos mismos. También Yasir Arafat, Ytzhak Rabin y Shimon Peres, que lo recibieron en 1994 tras años de terrorismo y guerras, abiertas o solapadas, por unos acuerdos que ninguno de ellos cumplió. En mi humilde opinión y, sobre todo, en la de muchas personas con mucho más conocimiento que yo, se les debería retirar el premio, al igual que a Kissinger.

A la categoría de personas que con toda probabilidad no reunían méritos suficientes y cuya designación se debió a motivaciones de carácter político podríamos citar a Barak Obama. Se le concedió en 2009 con excesiva celeridad tras su toma de posesión como presidente, sin esperar a ver como se concretaban sus políticas. Cabe recordar que acabó su mandato de ocho años sin haber cerrado la prisión de Guantánamo. De hecho, siete años depués, cuatro de Trump y tres de Biden, sigue sin estar cerrada. No abogo, sin embargo, por que se le retire el premio.

También existe otra categoría, que es la de aquellos que lo recibieron con merecimiento y que después han enturbiado su curriculum. El caso paradigmático sería el de la política birmana Aung San Suu Kyi, que recibió el premio en 1991 por su resistencia pacífica a la dictadura militar birmana, que la mantuvo en arresto domiciliario durante 20 años, pero luego, cuando accedió al gobierno tras unas primeras elecciones democráticas, a cuya consecución tanto contribuyó, dilapidó gran parte de su prestigio al transigir con las políticas de los militares de limpieza étnica de rojinyas musulmanes, supongo que para no se soliviantaran, lo que no consiguió, ya que le montaron otro golpe de estado, la derrocaron y la han vuelto a confinar en arresto domiciliario por multitud de condenas por delitos inventados o creados ad hoc para ella. Pero su problema es que ahora ya no hay casi nadie dispuesto a mover un dedo por su causa. Mal asunto fiarse de militares levantiscos, te puede costar la prisión, el exilio, o la vida. Le pasó a Azaña con Franco, a Allende con Pinochet y a tantos otros.

En definitiva, el comité noruego del Nobel debería considerar seriamente limpiar la lista de premiados, retirando algunos que provocan dolor en los ojos cuando se los ve en ella y, sobre todo, debería ser muy cauteloso en el momento de decidir a quien o que organizaciones lo conceden.

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