Juan es drogadicto
martes 26 de agosto de 2014, 11:37h
Empezó, como todo, tomando copas, alguna borrachera, mucha fiesta, un porrete, una anfeta y llegó la coca. La coca es cara y hay que tener amigos que se drogan y mucho dinero para darse el placer de matarse en vida con ese cristal. Más tarde llegó La heroína. Él estaba convencido que podía controlar su vida y su dependencia. Pero ya era demasiado tarde. Primero lo echaron del trabajo por robar. Su mujer y sus hijos lo denunciaron, se separaron de él y no volvieron a dirigirle la palabra. Le robó a su madre todas las joyas, primero. Después varios cuadros y objetos de valor de la familia. Al final, Juan, murió con una jeringuilla clavada en su brazo, cerca de Son Banya, como en las películas, pero esta vez de verdad.
Su mejor amigo, en aquella época, era un camarero de la noche: el Pasti, le llamaban. Pasó el mismo calvario, pero tuvo la suerte de enfermar a la vez que se drogaba y pasó dos meses ingresado en Caubet. Eso le salvó la vida.
Es el final de la historia. Pero el epílogo tuvo lugar a principios de agosto cuando fui al Proyecto Hombre a reunirme con Lino Salas para ayudarles en un evento que están preparando. En el patio de las Oblatas me encontré con el Pastis.
-Qué haces aquí, pregunte imaginándome la respuesta.
- Soy voluntario, contesto. Ya he terminado mi terapia y ahora colaboro con ellos.
Me contó los últimos años de su vida y los últimos momentos de Juan, a quien yo también conocía.
Nos despedimos con un abrazo y aun recuerdo sus ojos vivos llenos de esperanza.
Juan ya no tiene ni ojos ni esperanza.