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Incendios que arrasan

Por Joana Maria Borrás
domingo 12 de enero de 2020, 04:00h

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El cielo está completamente tapado por un densa humareda que te impide abrir las ventanas del coche a pesar de que el sol se adivina agradable ahí fuera. Cierras las entradas de aire para no respirar ese humo tóxico al menos durante unos kilómetros y aceleras para pasar lo antes posible esa extensa columna de humo. Estas en Mallorca Island un sábado de invierno cualquiera, recorriendo las carreteras del interior o de la Serra de Tramuntana.

Mientras Australia es arrasada por los voraces incendios provocados por la propia naturaleza, aquí en Baleares es la naturaleza humana la que ha decidido que no pasa nada por quemar cuatro rastrojos en pleno patrimonio de la humanidad y que el riesgo de un incendio negligente es tan ínfimo, que vale la pena asumirlo.

Otros Países de nuestro entorno, con un clima menos propenso a propiciar desastres incendiarios, tienen rotundamente prohibida la quema de cualquier cosa fuera de los centros públicos o privados dedicados a esa gestión. En Baleares sin embargo preferimos no copiar nada bueno, nada que funcione en otros Países, antes al contrario nuestro aislamiento marítimo nos convierte en auténticos kamikazes y nos podemos permitir asumir riesgos del tipo que sean, incluso los de incendio.

Contemplo las imágenes de Australia en llamas y me pregunto a que proyectos se habrá destinado el dinero de Europa derivado de la declaración de la Serra de Tramuntana como patrimonio de la humanidad. Me declaro una ignorante en la materia pero no veo demasiada gestión en las carreteras que constate una inversión en crear “cortafuegos” para impedir que las llamas se propaguen de un lado a otro de las mismas; no veo nuestros torrentes absolutamente limpios e impolutos preparados para cualquier eventualidad; no veo campañas de prevención e informativas para evitar, incluso en invierno, que haya quienes continúen tirando sus colillas por la ventanilla del coche en plena Serra. Lo que si veo es mucho centro de interpretación para casi todo y nuestro cielo azul de invierno abarrotado de columnas de humo autorizadas y totalmente incontroladas.

Mi propuesta es que se prohiba de forma absoluta la quema de rastrojos. Sin condiciones. Y que la administración competente estudie de forma comparativa, las fórmulas ideadas por países con menor riesgo de incendio, para no poner en peligro nuestro patrimonio y como mínimo para poder abrir las ventanillas del coche un sábado soleado de invierno, en plena Serra de Tramuntana.

A veces no se si es más frágil el ser humano o la propia naturaleza cuando es víctima de éste.

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