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In Memoriam

martes 19 de octubre de 2021, 07:00h

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Ha muerto Jonny. A la mayoría de Vds. no les suena ese nombre, y yo sabía quién era, pero no como se llamaba. Jonny fue de esas personas que eligen ellos una vida alternativa, o la vida y la sociedad, simplemente, les echa, por el motivo que sea.

A Jonny le veía cada día, o casi cada día. Era el vagabundo que vivía o, según mis ojos, malvivía a unos cien metros de mi casa; a unos cien metros de donde encuentro el máximo confort y bienestar, donde me relajo, donde ceno y descanso; a escasos cien metros, un hombre pasaba frío en invierno y calor en verano, y a menos metros aún hay un supermercado, símbolo de la abundancia.

Nunca hablé que con él, pero me consta que personas con menos prejuicios y mayor bondad que yo se le acercaban y le dejaban comida. Para ellos no era un figurante del barrio, sino una persona a la que cuidaban, cada uno a su modo y según creía que debía hacerlo.

Nunca nadie me ha dicho que les molestase; no se metía con nadie y nadie lo hacía con él. Al principio, vivía en una pequeña arboleda junto a la calle y tenía un hogar, a su modo, pero un hogar. Con el paso del tiempo, se instaló en una amplia acera, junto con su media docena larga de gatos, en una tienda de campaña de esas que se abre en segundos y un colchón.

Allí veía la vida pasar hasta que una cornada llamada cáncer le empitonó. En los últimos tiempos estaba muy consumido y con dolores, y quiso continuar en la calle a la que consideraba su hogar. Murió el jueves.

Periódicamente era visitado y asistido por los servicios sociales municipales, a los que agradezco el trabajo hecho con Jonny y con los otros 'jonnys' que malviven, desde nuestro punto de vista, en las calles, pero que encuentran su hábitat en ellas.

Palma, en su momento, fue una ciudad riquísima, y cuando vemos a personas como Jonny debemos saber que algo falla; puede ser la sociedad y puede ser el propio afectado que quiera dessocializarse, pues lo que ve no le gusta. Lo que sí tengo claro es que nadie merece morir en la calle, como nadie merece morir de frio en las oleadas de frío polar.

Es cierto que no pueden ser obligados a ponerse a cobijo, en eso consiste la libertad, pero lo cierto también es que nos queda mucho por reflexionar para que en nuestro entorno no existan más 'jonnys', pobres en cosas y ricos en libertad.

Creo que nadie merece que no se tenga un recuerdo para su alma, para su persona, cada uno en la forma de trascendencia que crea. Incluso aquellos que han hecho del mal su forma de vida merecen nuestro perdón y su presencia en nuestras plegarias, reflexiones o pensamientos.

Termino dándole mi reconocimiento y admiración a todas aquellas personas que, a título individual o a través de ONGs o de otras organizaciones, como Cáritas, dedican su tiempo a los más desfavorecidos, a aquellos con los que la vida se ha ensañado hasta límites demoledores; esos ciudadanos que no tienen inconveniente en darle un bocata a un homeless, aunque no lo sepan, son héroes.

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