Imperfecciones democráticas

Producen sonrojo las declaraciones de destacados líderes de nuestra izquierda a propósito del contundente resultado de las elecciones presidenciales y legislativas de los Estados Unidos.

Más allá de lo histriónico e inclasificable del personaje, Donald Trump ha barrido democráticamente a su oponente, Kamala Harris, -como se ha visto, una pésima alternativa, quizás incluso peor que el decrépito John Biden- con una diferencia de voto abrumadora y que demuestra que por más que en Europa se vendiera la especie de que ambos candidatos llegaban muy igualados a la cita electoral del 5 de noviembre, en realidad el votante norteamericano tenía claro quién iba a vencer de forma incontestable en estas elecciones. Trump ha ganado entre la clase trabajadora más desfavorecida, entre los jóvenes y entre los latinos. Harris solo ha triunfado entre el pijerío y las clases acomodadas de Nueva Inglaterra y la costa Oeste.

Como consecuencia del shock que este resultado ha supuesto para los progres woke de ambos lados del Atlántico, se han empezado a apreciar meados fuera de tiesto a diestro y siniestro, algunos curiosos, como los de Ione Belarra o el resucitado Pablo Iglesias mentando, cómo no, el ‘fascismo’, verdadero tótem argumental de los de su cuerda.

Se repiten mantras del pasado más remoto. Por lo visto, la democracia falla cuando gana el que a ti no te gusta. Si no gobierna la izquierda -suponiendo que el Partido Demócrata estadounidense pueda ser tildado de tal cosa-, es que la democracia es imperfecta.

Invirtiendo tan sólido argumento, hemos de concluir, pues, que donde gobierna la izquierda la democracia debe ir como un tiro. Y, exactamente, como un tiro van, pero en la nuca, las democracias ‘popular’ china, o la de Corea del Norte, y qué decir de las de Cuba, Venezuela o Nicaragua. Por no mentar otras ‘democracias’ de aliados financieros de nuestros progresos, como Irán o Rusia. Pero de las imperfecciones democráticas de todos ellos, por supuesto, ni Ione Belarra, ni Yolanda Díaz, ni Pablo Iglesias ni muchos miembros del Gobierno de Pedro Sánchez dicen jamás una palabra. Aunque estos países sean gobernados por criminales que masacran a sus pueblos, les privan de libertad e incluso les hacen pasar permanentes hambrunas, al ser sus correligionarios, callan.

No comparto la mayor parte de las ideas de Trump, pero viendo a quiénes tiene enfrente, casi lamento no haberlo votado.