Salvador Illa, filósofo, ex alcalde del Partido Socialista de Catalunya (PSC) del municipio de la Roca del Vallés, fue nombrado hace menos de un año Ministro de Sanidad. Ministro cuota del PSC en el Gobierno de España.
En realidad, más que ministro de Sanidad, está siendo el ministro encargado de la epidemia de la COVID19. Tras el estallido “oficial” de la epidemia por el SARS-CoV2 en España, el día 9 de marzo de 2020, la sanidad y toda la política nacional han estado lastradas por la gestión sanitaria de la infección y por las consecuencias de esta sobre la sociedad, el trabajo y la economía. Exactamente desde el día después de la realización de centenares de actos multitudinarios sin medidas de protección, en todo el país, especialmente en Madrid.
La difícil gestión de una pandemia sobrevenida que ha paralizado la actividad social y productiva nacional y sus correspondientes estados de alarma han allanado el camino a las fechorías del gobierno radical de coalición social comunista. El Gobierno más numeroso de lka historia de España -un dato- y el de peor calidad democrática de los últimas cinco décadas -una opinión-. Un gobierno ocupado en aplicar políticas sectarias como pago a apoyos políticos, dedicado a enfrentar a unos españoles contra otros y orientado a acabar con el modelo consenso que ha caracterizado la transición española del 78.
Desde hace muchas legislaturas el Ministerio de Sanidad, con excepciones, se utiliza para colocar en la cartera algún miembro de un determinado partido, como simple moneda de cambio, de reparto, con el objetivo de satisfacerle y promocionarle. La imagen y el bagaje que aporta un ministerio del gobierno de España es una baza que se juega en clave partidista a costa de las políticas sanitarias de todos los ciudadanos del país. Poco o nada importa la trascendente función que tiene que realizar un ministerio para consolidar la solvencia de la política de futuro.
Salvador Illa ha cometido muchos errores. Muchos derivados por su “indigencia sanitaria”, de su total desconocimiento de las competencias que le han encargado gestionar. Por la costosa e inasumible curva de aprendizaje en el sector. Muchas otras inducidas por la falta de solvencia de un equipo que no tuvo tiempo de nombrar, ni de coordinar ni de cohesionar. Los más, por la deriva irracional del gobierno del que forma parte.
Illa ha dado muestras de dedicación, esfuerzo, paciencia, entereza, educación y compromiso. Ha estado en el lugar inoportuno en el momento inadecuado. Por su esfuerzo, el filósofo, la cuota del PSC en el gobierno en funciones de salud ha salido reforzado. El resultado es que le han encargado la función que tenían comprometida con su mentor, Iceta, ser el candidato a la Generalitat. Illa ha salido reforzado, la política sanitaria empobrecida y denostada.
El ministerio de sanidad, dividido en cuatro, ha cumplido, al pie de la letra, la función por el que se le utiliza, como moneda de cambio, de cuota de poder, mecanismo de reparto y vehículo de promoción. La importante política de salud que tiene que liderar la salud pública y la cohesión asistencial interterritorial ha salido terriblemente empobrecida.
Illa ha estado de paso en el Paseo del Prado durante todo su mandato; ahora ya de forma expresa; desde el primer aniversario del día que China informó al mundo que tenía un problema. Tácitamente ha dejado de ocupar un ministerio que nunca llegó a representar. Un ministerio, más bien una cartera que se queda al albur de las nuevas necesidades partidistas en una más que previsible remodelación ministerial en clave reparto, a costa de las políticas sanitarias que necesitan los ciudadanos.
Abríguense, protéjanse de los contagios y disfruten en modo pausa del finde.