El Mallorca, con su entrenador al frente y el consejero delegado que le mantiene en la récamara, prefirió engañarse a si mismo con sus victorias en Palma frente al Tenerife y el Elche, que jugaron sin competir. El primer equipo que se ha presentado en Son Moix con ganas y necesidad de victoria, se ha llevado los tres puntos sin el menor esfuerzo o, mejor dicho, limitando su búsqueda de la portería adversaria a los primeros cuarenta y cinco minutos. En la segunda parte se encerró a defender su mínima ventaja y a explotar la incapacidad local para generar ocasiones. En más de una hora y media, un solo remate de Ortuño al travesaño a siete minutos de los noventa.
Fernando Vázquez castigó al equipo durante algunas jornadas relegando al banquillo a Lago Jr y Salomao en beneficio de Arana y Pereira. Como por arte de magia o seguramente un soplo al oído, sentó a los dos últimos y volvió a alinear de principio al portugués y al marfileño, una maniobra igualmente inútil dada la afición del gallego a poner en liza a todos sus delanteros, pues hasta Roigé y Acuña tuvieron su oportunidad. Colunga, que llegó hasta a ser el encargado de tirar las faltas y los saques de esquina ha recibido la carta de vacaciones prematuras. Es decir, un desaguisado total en el que ni los jugadores son capaces de entender quién juega y, sobre todo, a qué. Y no nos olvidemos de Brandon, la perla de la cantera que el de Castrofeito la ha convertido en joya artificial. Aún así, hizo más en dos minutos que sus compañeros en el resto del encuentro.
Ahora, el conjunto gobernado desde los despachos por Maheta Molango – me gustaría saber qué entiende el suizo por “llenar el campo”- con una actividad tan intensa como displicente ha perdido su mejor baza: depender de si mismo. En contra de todo pronóstico, incluido el mío, es capaz de enterrar incluso el meritorio ascenso del filial. I tu, ¿baixes?.