Mientras el País languidecía, agotado por los debates políticos previos a una investidura que casi ha celebrado un cumpleaños; mientras el otro País se recreaba en recordar que ellos se van y nos dejan en breve; mientras, el partido socialista se desollaba públicamente; mientas la ciudadanía permanencia, atenta, tras su televisor, observando los últimos coletazos de un sinsentido absoluto; aquí en las Islas, por fin, nos poníamos de acuerdo en algo: para solicitar que nos nos roben una hora de sol.
Las distintas fuerzas políticas, no han sido capaces durante años, de ponerse de acuerdo, para enviar a los de Madrid, ninguna petición conjunta y consensuada, referida al sistema de financiación; jamás nos hemos atrevido a decir “hasta aquí hemos llegado”, económicamente hablando, y sin embargo, somos capaces de movilizarnos, estar de acuerdo hasta en los puntos, las comas y los silencios, cuando de lo que se trata es de reivindicar una horita más de sol.
Y, es cierto, para que negarlo, que aquí en las Islas marcamos la diferencia con hechos y no con palabras. Somos esos privilegiados que podemos combinar trabajo y ocio a la perfección, sin atascos cuando acabamos, sin demasiado estrés, con un poco de todo pero sin la presión de las grandes urbes. Por eso nunca nos movilizamos demasiado, porque con lo bien que vivimos, movilizarse supone una pérdida absoluta de tiempo, luz y sol.
Está claro que ahí nos dan en la frente, quitarnos una hora de luz y sol, lo hemos soportado estoicamente, sin rechistar durante años. Sin embargo ahora, que la revolución ha consolidado, y que, como un poso de café se asienta en el fondo del vaso, van brotando pequeñas y grandes reinvindicaciones guardadas, como los rencores, en rincones casi olvidados.
Como casi todos, reivindico esa hora de luz en estas Islas. Lo que me apena es que sigamos siendo tan cobardes, y que sólo consigamos consensuar acuerdos “de cajón”, cuando las cosas son fáciles, el “enemigo” está en Madrid, y necesitamos hacer ruido para que nos vean un poco más. Si lo hacemos así, no es extraño que salgamos en todos los medios de comunicación, sólo cuando se trata de temas menores, y que nunca seamos realmente significativos, salvo a título personal, de alguno en su propio provecho, para los asuntos de Estado.