Acaba agosto, finalizan los meses más fuertes de la tan ansiada temporada de la recuperación tras dos años durísimos de pandemia y los partidos políticos que gobiernan, plataformas ecologistas y algunos medios de comunicación sólo hablan de saturación turística.
Efectivamente, Baleares ha asistido a una temporada alta histórica en cifras de llegadas -que no de rentabilidad ya que la inflación se come todo margen de beneficio- y con toda probabilidad los números pletóricos se mantendrán durante septiembre y octubre.
En estas semanas hemos visto -y vivido- playas repletas, carreteras llenas y lugares emblemáticos atestados de visitantes, con la lógica incomodidad para residentes y turistas más exigentes. Todos queremos el paraíso para nosotros solos, pero el mundo no funciona así.
Son pocos los responsables políticos que saben alzar la mirada y superar el debate cortoplacista de la comodidad para centrarlo en una cuestión más trascendental como es la estabilidad laboral y el crecimiento económico de toda una comunidad.
Ya lo dijo el conseller de Turisme i Treball, Iago Negueruela, el otro día: "No es lo mismo una nómina que una prestación de desempleo", y es el turismo el que paga nóminas. Renegar de esta industria es mandar a sus residentes a la cola del paro.
Ahora es el alcalde de Palma, José Hila, el que se ha mostrado taxativo ante la tan cacareada saturación: "Ha sido un mes de agosto complicado por la masificación pero también ha sido un verano de pleno empleo". Pleno empleo: la gran clave para el desarrollo de cualquier territorio, no el de élites que se autoproclaman de izquierdas.
Ya vendrá el invierno con carreteras sin coches (de turistas), miradores fantasmas y negocios cerrados a cal y canto.