La metodología para contabilizar el número de afectados por el coronavirus en España se ha convertido en un problema para las autoridades sanitarias. La disparidad de criterios aplicados en las diferentes autonomías ha llevado al Gobierno a detallar, a través del BOE, un único sistema de notificación homegeneo en todas las comunidades. Así se podrá disponer de un dato más fiable desde el 31 de enero, tanto del número de fallecidos como de los casos confirmados mediante pruebas diagnósticas (PCR o test rápido de anticuerpos) incluyendo sintomáticos y asintomáticos.
El criterio se modifica en puertas de la quinta semana del estado de alarma, cuando el país suma 188.000 casos confirmados y casi 20.000 fallecidos. Estas cifras podrían verse alteradas sensiblemente en las próximas fechas, toda vez que comunidades como Cataluña -que junto al dato oficial quería dar también el dato de las funerarias- o Madrid y Castilla y León -que aportaban datos no acumulados- se vean obligadas a ajustar sus criterios de medición a los del resto de autonomías.
Es bueno que exista un criterio único. Sería preferible que este criterio se hubiese aplicado desde el principio. Sobre todo si las autoridades sanitarias quieren apoyar sus decisiones en datos fiables y cuando el Gobierno parece querer esforzarse en defender que sólo se puedan utilizar como datos oficiales los que él proporcione. Aunque reconociera el jueves que "será difícil" saber los auténticos datos de la pandemia en España.
En China, un nuevo sistema de medición aplicado este viernes doblaba el número de víctimas mortales en regiones como la de Wuhan, foco de la pandemia, que hasta el jueves tenía contabilizadas 2.579 víctimas mortales y que en menos de 24 horas pasó a contabilizar 3.869. La falta de transparencia informativa china puede hacer más digerible este tipo de alteraciones, pero en España convendría no entrar en una espiral de cambios estadísticos y cerrar, definitivamente, un sistema que sea creíble, riguroso y aceptado por todos.
No cabe dar sensación de seguir improvisando y actuar arrastras de las circunstancias. Una imagen de falta de control puede ser tanto o más perjudicial que la falta de datos. Confianza y credibilidad resultan fundamentales cuando a los ciudadanos se les está exigiendo un plus de responsabilidad y cuando hay decenas de miles de afectados y tantos muertos.