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¿Hasta qué punto son honrados nuestros representantes políticos?

Por Miquel Pascual Aguiló
sábado 17 de febrero de 2018, 02:00h

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El día 2 de febrero del año 2016, la entonces la Ministra de Fomento en funciones, Ana Pastor, ahora Presidenta del Congreso de Diputados, cuando opinaba sobre la corrupción, las investigaciones y los arrestos a los que estaban siendo sometidos los populares de Valencia, en el transcurso de una entrevista en el programa “Las Mañanas”, de RNE soltó la siguiente perla: “Es incompatible estar en política y ser honrado”.

Rápidamente y en su cuenta de Twitter ha procedido a rectificar, quedando la frase de la siguiente forma: “Es incompatible estar en política y no ser honrado”.

La cuestión es: que fue lo que la indujo a decir semejante frase, ¿se le trabó la lengua, se trató de un rasgo de sinceridad, o simplemente que le falló el subconsciente?

Algunos se acordaron de cuando María Dolores de Cospedal a la sazón Presidenta de Castilla-La Mancha confesó sus planes para saquear Castilla-La Mancha, y por dos veces.

La primera en el año 2012, en que hizo toda una declaración de intenciones diciendo que pretendía “hacer una política económica, presupuestaria y social para saquear” su comunidad autónoma.

No contenta con esto, lo volvió a decir, tres años más tarde, cuando la actual Ministra de Defensa repitió el mismo error en abril de 2015, cuando confesó haber “trabajado mucho para saquear a nuestro país”.

Hace ya varias décadas, se decía que un marxista podía ser honrado, o podía ser inteligente, pero no las dos cosas a la vez. O jugando con esos tres términos, marxista, honrado e inteligente, se podía ser dos de las tres cosas, pero no las tres. O sea, podía ser inteligente y honrado, pero no marxista; o marxista honrado, pero no inteligente.

Aplicado a los políticos ese juego de palabras quedaría: que cabe ser inteligente y honrado, pero no político; o político inteligente, pero no honrado.

Todo eso viene a cuento a lo sucedido con Biel Barceló anterior vicepresidente del Govern Balear quién después de dimitir de vice y de conceller de Turismo, sigue aferrado a su sillón de diputado cobrando ahora más, entre su paga de funcionario y las dietas que cobra del Parlament que la presidenta Armengol, y más de lo que ganaba antes de dimitir.

Cabe recordar que anteriormente ya habían dimitido la directora general, Pilar Carbonell, por supuestos tratos de favor al empresario del ocio y hotelero Bartolomé Cursach, y el director de la Agencia de Turismo, Pere Muñoz, por contratar a un amigo y responsable de la campaña electoral de su partido, en un procedimiento administrativo de dudosa legalidad.

Aquí se presenta un problema ético que nos obliga a distinguir entre lo “legal”, lo “legítimo” y lo "lícito". Tres matices que frecuentemente se confunden entre sí.

Lo legal atañe al cumplimiento taxativo y muy concreto de una norma convertida en ley.

Lo legítimo hace referencia al consenso general de una mayoría que coincide en reivindicar algo, basado en el derecho y en ley natural.

Lo lícito atañe al valor moral y ético de las leyes y las conductas.

Puede aprobarse e imponerse una ley ilícita e ilegítima por poderes legales pero moralmente reproblables. Por ejemplo, las leyes promulgadas en las dictaduras genocidas y regímenes totalitarios.

Puede que quedarse Biel Barceló como diputado raso sea legal, pero no es no legítimo ni lícito.

Como decía Groucho Marx “Sólo hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntárselo. Si responde sí, ya sabemos que es un corrupto”.

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