Sí, amigos lectores: ya se que ustedes estan hasta el gorro de este astuto personaje conocido popularmente como “el pequeño Nicolás”. Yo no.
A mi, personalmente, el individuo en cuestión me seduce y, en cierto modo, me enternece. Hace unos años, la mediocridad era una amenaza; ahora, en la época que nos toca vivir y morir es, por desgracia, una realidad tangible y cruda. Pacemos por este mundo rodeados de un halo de vulgaridad en todos los aspectos. La propia globalización conlleva una auténtica rendición sobre todo aquello que antaño brillaba y tiñe el planeta de una tonalidad gris, sin matiz alguno.
Redondeando esta premisa, mi alegría se desboca cuando, en algún momento, surge un humano eminente que rasga la cortina de la impasibilidad general y atraviesa, valiente, el muro que separa la podedumbre intelectual universal del verdadero talento, tan escaso hoy en día. Y éste es nuestro hombre: Nicolás. El revuelo que ha armado jugando con astucia sus cartas, demuestra que el personaje está dotado de una gran agilidad mental y, por si fuera poco, de una mente preclara con la que desarrolla, solemnemente y sin tapujos, la muy difícil labor consistente en la confusión de la mentira con la verdad; o, dicho con más precisión, de las medias verdades con las medias mentiras. Complicada acción: pruebenlo. Como muy bien definió el famoso escritor Javier Cercas: “los buenos embusteros no solo trafican con las mentiras sino también con las verdades, y las grandes mentiras se fabrican con pequeñas verdades. Por este motivo casi siempre se pilla antes a un cojo que a un mentiroso”.
Desconozco –y seguro que ustedes también- el final de la historia. La habilidad de un medio impostor tiene, como todo en esta vida, sus límites. La ambición suele llevar acarreada una mala victoria; o lo que viene a ser lo mismo, una buena derrota. Por esto, yo le recomendaría al “pequeño Nicolás” que, ahora mismo, dimitiera de su magnífica farsa y se enterrara bajo sus recuerdos. Sería como el buen jugador de ruleta que sabe retirarse en el momento justo (antes de que se descubra su pastel y los hechos se transformen en pruebas que puedan incriminarle.
Si baja ya el telón de la comedia, los estafados sufren ataques de pánico y no saldrán a la luz con lo que todo quedará en tablas. Nicolás, eres muy famoso: no lo estropees.