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¿Ha visto usted mis tetas?

Por Francesca Jaume
miércoles 16 de octubre de 2013, 06:31h

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“Durante años, el sexo era un tema tabú. La moral que las fuerzas del orden intentaban imponer hablaba del sexo ligado a la procreación. Voluntariamente se olvidaba el aspecto lúdico del sexo. Su capacidad de limpiar la vida, el cuerpo y el pensamiento.”


 No lo digo yo, lo dice Maria de la Pau Janer en el prólogo de Mallorca Eròtica de Joan Bennàssar.

 

Por muy mayores que nos hagamos, siempre nos salta una risa cuando alguien lanza algún comentario escatológico o cuenta una gracia verde.

El chiste de ‘¿Ha visto usted mis tetas?’ es tan absurdo en contenido como el de la salchicha de Jaimito o el del gato que, dando vueltas a un gallinero, le espeta a su hermano que “sólo follará una vuelta más”. Sin embargo, nos hacen soltar una risotada cada vez que los escuchamos, cómo si aún tuviéramos cinco años.

Lo llamativo de ello es que hoy en día nadie –o casi nadie- puede lamentarse de no haber visto nunca una buena ‘teta’ o un ‘pito’ superlativo como diría Quevedo. Internet, televisión, móviles… toda la tecnología pone a nuestro alcance imágenes bien explícitas de órganos genitales y de escenas de contenido sexual. Tanto para quien lo puede vivir en directo como para quien no. Sin embargo, los chistes y comentarios más sencillos y banales –resumidos simpáticamente como “caca, culo, pedo, pis”- nos siguen despertando la misma simpatía de siempre. Son… otra cosa.

Me parece bien. Deberíamos reírnos más. Aporta tantos beneficios como el ejercicio físico. Aumenta el ritmo respiratorio, el cardíaco, el metabolismo de los músculos del cuerpo, y la temperatura de la piel. Es sano y gratis.

No estoy apoyando los comportamientos ordinarios, ni animando conductas contrarias al orden público, pero sí defendiendo el derecho de todos a echar una carcajada bien sonora que nos haga liberar todo el estrés y agotamiento acumulados. Por inteligencia emocional, porque hay que reírse de la vida… aunque sea desde una posición estoica o existencialista. Cómo difícilmente podemos arreglar el mundo, empecemos mejorándolo con nuestra amplia sonrisa.

La ‘autorepresión’ siempre trae consecuencias dañinas para la propia persona. Y no digamos si los ‘autoreprimidos’ quieren hacer reprimir a los demás.

La risa es alegría, y la alegría es felicidad. Cada uno es responsable de su felicidad, y ésta no se encuentra ni en un trabajo de alto ejecutivo ni en las previsiones macroeconómicas de Obama y Merkel. La felicidad está en cosas más sencillas. Empecemos riéndonos. De todo. Deshagamos el nudo.

 

Corolario: Reír alarga la vida, y no queremos morir aún. Nos quedan muchas más crisis económicas para vivir y superar.
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