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Gobierno cristófobo

Por Gabriel Le Senne
jueves 05 de agosto de 2021, 03:00h

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Dos de los odios más extendidos hoy en España son habitualmente olvidados en los medios de masas. Uno es la hispanofobia (odio a España y a los españoles), que trata hoy magistralmente Hughes en su columna del ABC —se la recomiendo. El otro es el odio a la Iglesia, que si no se trata más es porque existe una especie de tabú al respecto y porque los católicos nos creímos realmente aquello de la reconciliación nacional; lo de la paz, la piedad y el perdón. E hicimos muy bien, dicho sea de paso, porque es lo nuestro.

Dice Elvira Roca —que creo que todavía no es creyente— que la Iglesia católica no se solía defender de las falsedades que se vertían contra ella durante la Reforma. No, desde luego, con la fiereza con que se la calumniaba. Quizás porque esperaba traer de vuelta a los protestantes, piensa. Algo parecido, referido a un periodo histórico mas amplio, explica Rodney Stark —que tampoco es católico, pero que como historiador ama la verdad— en su libro “Falso testimonio. Denuncia de siglos de historia anticatólica”.

Sin olvidar esa vocación de los católicos a la concordia y a no devolver mal por mal, conviene hoy recordar estas cosas ante algunos acontecimientos a los que asistimos: las nuevas leyes educativas se dirigen contra la educación concertada (mayoritariamente católica); la ley de “memoria democrática” pretende imponer una visión parcial y maniquea de la Guerra Civil, además de dirigirse directamente contra el Valle de los Caídos y la comunidad benedictina que allí reside; se comenta la intención de hacer tributar a la Iglesia —y no a otras organizaciones similares— por impuestos como el IBI, que sin duda supondrían un grave problema y harían peligrar parte de su actividad religiosa, cultural y social —en un momento en que hay que ayudar a más gente que nunca.

En el fondo late un odio hacia la religión cristiana inexplicable salvo desde el punto de vista sobrenatural, porque la Iglesia no predica otra cosa que el amor a Dios y a todo ser humano. Es un odio que ya fue profetizado por el mismo Cristo, y que ciertamente ha acompañado siempre a la Iglesia. Pero no por ello vamos a dejar de denunciarlo y combatirlo —con nuestras armas: la oración y el ejercicio pacífico, pero sin miedos ni complejos, de nuestros derechos políticos.

Por ello conviene recordar que hace 85 años se desató en España y contra los católicos una de las peores persecuciones religiosas de la historia. Personalmente, creo que no me enteré de ello hasta los veintitantos años. Y como digo está muy bien: durante unos años hemos intentado reconciliarnos y dejar atrás ese pasado oscuro, pero puesto que algunos han decidido resucitarlo para sacar provecho del enfrentamiento y la tensión, conviene recordar la historia entera, y no sólo una parte.

Perdonamos lo ocurrido y honramos a los ‘mártires del siglo XX en España’, muchos beatificados —gracias a Dios, dejaron miles de testimonios de fe y valor extraordinarios—, pero agradeceríamos un poco de respeto y prudencia. Se empieza alabando la República, luego se manifiesta el deseo de volver a implantarla... Esperemos que no se acabe reproduciendo también sus errores.

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