Ha empezado la criba, si. El primero a quien ha ofrecido la carta de despido, Manolo Molina. Ex jugador, miembro de la secretaría técnica, veintitrés años en el club. Le han ofrecido una indemnización de 60.000 euros, lo que cobra el embajador en un año. Lo sorprendente no es esto, sino que nadie se hubiera enterado de que no le pueden echar al ser miembro del Comité de Empresa. Abogado, letrado o picapleitos, ¡qué más da!. Un ejemplo más del nivel que atesoran los actuales gestores del Mallorca. De fuera no saben nada, pero de dentro tampoco. Ni parece importarles. Puede que harto de aguantarles, el cesado facilite un acuerdo. Lo más curioso es que Javier Recio continúa en su sitio. Entre otros.
No sé si a Toni Tugores le apetece seguir de delegado de campo en Segunda B. De momento y pese al exacerbado y arraigado mallorquinismo del que presume, no ha optado por acompañar al despavorido Monti Galmés en su huida. Ha procurado pasar desapercibido, aunque en voz baja y envuelto en climas de confianza, reniega de Maheta Molango. ¿Quién no?. Sin embargo sería más coherente tomar las de Villadiego, no sea que termine organizando homenajes como aquellos con los que sirvió fielmente a Utz Claassen. Dicho sea porque si queda algún mallorquinista sincero, y el pasado miércoles cuatro de ellos cenaron en un restaurante de Génova, puede esperar algo peor que lo sucedido hasta el día de hoy.
Tomen nota. Recio se ha puesto en contacto con el representante de Abdón Prats para conocer su situación. No se trata del regreso del hijo pródigo, sino otra demostración de la manifiesta incapacidad de los empleados de Mr. Sarver, que han tomado Son Moix como su Vietnam particular. ¡Go home!.
