La entrevista de esta semana nos llevaba hasta la población de Selva, donde la artista protagonista tiene su templo, su estudio, su taller. Una casa ubicada en un espacio privilegiado denominado Can Tinda en la que habitan una parte del año con su marido Gerhard desde 2002, el resto lo hacen en Ingolstadt - Alemania.
Gisela Hammer nace el ¿…? no desvelaremos el año por petición de la artista, en Tuttlingen cerca de la Selva Negra - Alemania, un 20 de septiembre, ese mismo día pero de 1934 nacía la actriz Sophia Loren y en 1993 el futbolista alemán Julian Draxler, en 1946 se inauguró la primera edición del Festival Internacional de Cannes, ese día se celebra; el Día Internacional del Deporte Universitario, el Día Internacional de Concienciación sobre el Crecimiento Infantil y el Día Mundial de la Libertad de Expresión del Pensamiento.
Nos cuenta que cuando tenía dos años, la familia se desplaza a Feilnbach un municipio del distrito de Rosenheim, centro de comunicaciones para ferrocarril y autopistas, ubicado entre Múnich y Salzburgo.
Allí crecí en el sur de Baviera y hablo el dialecto bávaro. Para mi es el lugar más bello del mundo, casi en la frontera con Austria. En casa estaban colgados los esquíes, preparados para salir en cualquier momento, siempre sensación de libertad rodeados de lagos y cerca de Los Alpes. Desde pequeña, ya me gustaba pintar.
En ese entorno de Múnich, en 1911 una serie de pintores expresionistas crearon un grupo denominado “Der Blaue Reiter” (El Jinete Azul), entre ellos Vasili Kandinsky y Franz Marc como fundadores y posteriormente se integraron Paul Klee, August Macke, Gabriele Münter, Marianne con Werefkin y Alexei von Jawlensky, unidos por su interés por el Arte Medieval y primitivo, transformaron el expresionismo alemán. Así que tal vez nuestra protagonista absorbió de la estela de los maestros.
Tenía doce años y empecé a tomarme en serio lo de pintar, cuando iba de vacaciones a casa de mis abuelos en la Selva Negra. En su piso tenía una fotografía enmarcada de la obra “el sembrador” de Van Gogh y a mí siempre me gustó, pero hasta que fui más mayor no supe quien era el autor. Treinta años después visitando a mi tía en Francia, en un rincón de la casa estaba colgado ese cuadro y le comenté la sensación que me había producido encontrarme con ese recuerdo. Ella que ni se acordaba, me lo regaló al ver mi reacción.
Gisela es hija de Willy Nuter, que trabajó como Encargado Jefe en una carpintería industrial y de Rita que se ocupó de las labores de casa, en su matrimonio tuvieron tres hijos; Gisela, Gerhard y Horst.
¿Le gustaba estudiar?
Me resultaba fácil aprender, lo complicado era transporte. No me quedaba más remedio que coger el tren para desplazarme. Yo quería estudiar Bellas Artes en Múnich y mi padre no me dejó. Él quería que cuando acabase los estudios me pusiese a trabajar y ganar dinero para ayudar a la economía de casa. Y así lo hice.
Entre los catorce y los veinte años practica deporte…
Sí, esquí de fondo de competición. Cada semana de invierno en Los Alpes de Baviera en frontera con Austria. Estuve clasificada durante un tiempo entre las diez mejores esquiadoras.
¿Había antecedentes en casa? ¿Alguien de la familia se dedicó a pintar?
Pienso que mi creatividad me llegó de ver a mi padre diseñando muebles para la fábrica, el abuelo había tenido una fábrica de muebles en 1910 al norte de Sttugart, también editaba una revista social y de salud que estuvo muy bien posicionada. A mí me apasionaban las manualidades, el barro, cerámica, mosaicos, hacia collages con flores secas.
Ha dicho que a los dieciséis se pone a trabajar…
Ese empleo fue ideal para mi creatividad. Empecé con una mesita y un teléfono y aprendí muchas cosas en una agencia de publicidad, fotografía, texto, maquetación, coordinación, durante veinticinco años me dediqué al mundo publicitario. En los años 1986 y 1987 colaboré con Antenne Bayern una emisora de radio de mucho prestigio, en Múnich. Aunque a veces las jornadas de trabajo eran de doce horas, buscaba tiempo para pintar o para ir de viaje a ciudades que tuvieran museos importantes, por ejemplo París, para estar dos horas contemplando una obra de Van Gogh.
En 1992 a la edad de 39 años se casa con Gerhard, un empresario con quien marcha a vivir a Ingolstadt.
Yo no quería perder mi independencia personal, ni económica, aún así acepté cambiar de población para vivir, sintiéndome totalmente libre para hacer mis cosas. Durante unos años estudié idiomas, inglés e italiano. En 1996 comencé a pintar obras de gran formato utilizando pintura acrílica. Conocí al artista de origen salvadoreño René Chacón quien perfeccioné la técnica, el manejo de pintar sobre telas, cartón, de hacer mejor uso de la pintura, aprendí a trabajar la abstracción, sus consejos me ayudaron a sentirme liberada de conceptos que a veces confunden. En las clases había también otros artistas. Trabajé con él por espacio de unos cuatro años y debido a una falta de acuerdo, decidí no continuar.
En 2001 realiza varias colectivas y en 2002 su primera individual.
Fue en Kotterhof un maravilloso espacio cultural en Böhmfeld. Presenté 30 piezas, pinturas de cinco años entre las que había dibujos, collage, técnicas mixtas sobre lienzo, abstracto y figurativo. Quedé muy satisfecha por la cantidad de público que acudió y por los comentarios y las críticas de los medios de comunicación. Agradó la expresión y la fuerza del color.
En los últimos años ha viajado a diferentes países principalmente del continente africano y ha vivido experiencias únicas. Los rostros de esas gentes han contribuido a desarrollar su labor pictórica.
Desde 2006 que viajé a Tanzania con una cámara de fotografía con la que principalmente captaba caras. Eso se repitió en Birmania en 2007, luego en Etiopia en 2009, en Guinea Conakry, en Liberia, en Sierra Leona, en todos estos lugares tomé fotos de tribus, de sus vestimentas, de sus caras. Pasé por alguna situación algo complicada, aunque nunca hubo que lamentar nada conflictivo. En el norte de Etiopia me impresionó la diversidad cultural y de etnias, las costumbres cristianas. En el sur hay una tribu que se llama Hamer como mi apellido, y me llamaron la atención los mercados, las vestimentas con pieles y las mujeres con grandes collares y sus peinados con largas trenzas. Impacta la pobreza y la miseria en el centro de Addis Abeba y la amabilidad de la gente al mismo tiempo. A veces pienso en un atlas del mundo que tenía mi padre y siendo niña me apetecía situarme en todos los países y memorizaba las ciudades, las montañas, los ríos. Supongo que eso influyó en mi interés por viajar.
África es para usted uno de los motivos más recurrentes en su pintura.
Siempre me ha fascinado este continente. Su tierra de color ocre, la alegría de las caras en sus gentes, el movimiento de los cuerpos, su humildad, el calor, sus rituales. Desarrollar con mis composiciones expresionistas las atmósferas que se crearon delante de mí en cada situación vivida. La fortaleza de sus mujeres y la plenitud de aquella naturaleza me inspiran y me emocionan. De hecho una de mis series preferidas, se llama; “Las mujeres en África”.
¿Además de viajar que otras aficiones practica?
Durante gran parte de mi vida he esquiado, también me gusta el footing, el triatlón, el maratón, la bicicleta.
¿Cómo comienza su relación con Mallorca?
En 1990 mi empresa, nos invitó a los jefes departamentos de publicidad y marketing y a los mejores clientes, a pasar unos días en la isla. Fletaron un avión para 150 personas y a nosotros nos hospedaron en Puerto Pollensa y a los clientes en el Hotel Formentor.
Me agradó tanto que un tiempo después, regresé con Gerhardt para recorrer Mallorca en bicicleta y repetimos en los meses de mayo de varios años. En 2002 nos decidimos a comprar un terreno y construir esta casa.
Su pintura ha obtenido premios de prestigio, se ha mostrado en ferias de carácter internacional, en galerías y otros espacios de Alemania, Austria, Italia, Francia, España, Marruecos, Túnez, Grecia, Armenia, Dubai, Corea, Estados y Singapur entre otros países, en muchos de estos se exhiben en pinacotecas y colecciones públicas.
Estamos en el taller donde elabora la mayoría de sus piezas figurativas y abstractas ¿Cómo transcurre su relación a diario con la pintura?
No pinto a diario, aunque sí muy a menudo. Necesito tener la sensación, la inspiración, depende del estado de ánimo. Normalmente suelo hacerlo por la noche, cuando la gente duerme y nadie me molesta. Suelo poner música que me acompañe, Muse por ejemplo. Pinceles, pintura acrílica y me pongo frente al caballete. Entonces preparo los fondos, últimamente procuro que tengan similitud con telas africanas y luego dibujo generalmente rostros que anteriormente he fotografiado. También trabajo obras abstractas, me atrae la naturaleza y los paisajes fantásticos.
Gisela desprende un aire de ingenuidad que nada tiene que ver con la realidad. Es una persona precavida, intuitiva, continuamente observa y escucha. En las finalizaciones de sus piezas se aprecia como capta una mirada y la transforma a su peculiar expresión.
Esos rostros de tribus ancestrales que Gisela fragmenta sobre su lienzo, utilizando el lenguaje de los ojos para atraernos al fondo de su espíritu a conocer leyendas y remotas liturgias.
Nos saca unas cervezas a Francisca y a mí, al tiempo que nos hace una reflexión sobre el tema de la huida y la guerra…
Me conmueve la situación por la que está pasando el pueblo ucraniano y he realizado varias piezas en las que he querido plasmar mi más profunda tristeza por esas gentes que han perdido familia y amigos y que se han visto obligadas a abandonar sus casas destrozadas por las bombas.
¿Qué proyectos son los más cercanos?
En octubre y en noviembre habré expuesto en la Galeria SO de Hamburgo una colección titulada “African life” y en Berlín en Singular Stilwerk.
A finales del mes de febrero, estaré exponiendo en un monasterio en Baviera una colección sobre: Caos - Huida - África - Esperanza y confianza. Le he puesto por título: “Solo queremos vivir”.
La exposición tendrá lugar el 26 de febrero en la Abadía de Benediktbeuern, un monasterio de los Salesianos de Don Bosco, originario de la orden benedictina, considerado el hogar de las canciones de Beuern, conocido por la famosa Carmina Burana.
Tengo mucha ilusión por esta muestra y también porque el lugar es maravilloso, como centro de medioambiente y cultura de la Universidad de Múnich, como centro de educación para adultos y jóvenes y como Instituto de Espiritualidad Salesiana. Habíamos repasado distintos aspectos de la vida personal y profesional de una artista que escogió Mallorca como lugar estratégico para gestar gran parte de sus elaboraciones plásticas. Entre las fotografías de Francisca y mis anotaciones, decidimos que ya disponíamos de material suficiente para completar esta entrevista.
Nos despedimos de Gisela y de su marido Gerhard y pusimos rumbo a Palma. Atrás quedaba la imponente estampa de la Serra de Tramuntana.
Texto: Xisco Barceló
Fotografías: Francisca R Sampol