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"Gintoniquismo": una tendencia

Por Jaume Santacana
miércoles 06 de noviembre de 2013, 06:14h

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Escribo el vocablo tendencia visto que, de un tiempo a esta parte, lo que antaño era descrito como una moda, se ha convertido en una tendencia; debe ser una moda.

Recientemente, he tenido el honor de participar en una cata de gin-tónics, esta bebida ya popular que consume, con un cierto delirio, medio planeta; principalmente, el hemisferio norte.

El acto se celebró en Palma, en el prestigioso Bar Moderno, ubicado en la sencilla pero encantadora plaza de Santa Eulalia. Me convocaron junto con mi buen amigo Antonio. Un par de horas antes –como medida de protección “gastroenterológica”- nos zampamos un enorme pedazo de carne de ternera: pura caloría. Presidió tan magno acontecimiento el gurú del establecimiento, el inefable Siso.

Catamos docena y media de distintas marcas, tanto de ginebras como de tónicas. Un espectáculo. Tuvimos un final feliz, claro.

El gin-tónic fue inaugurado, aproximadamente, hacía 1825 cuando, para combatir la malaria, a los oficiales británicos destinados en la India les daban, diariamente, dosis de quinina que –para los ignorantes- es el principio activo de la corteza de la chinchona. La quinina resultaba intragable por su desagradable amargura. Es por este motivo que los oficiales colonizadores decidieron añadir una mezcla de otros productos (azúcar, agua, zumo de lima y ginebra) con el objetivo de mejorar su sabor en su consumo diario.

De todos modos, y visto que dicha tendencia ha adquirido unas dimensiones ingentes (en los bares ya no disponen ni de café con leche: las estanterías las ocupan, solamente, botellas de ginebra; y, además, soy contrario y alérgico a las tendencias masificadas) he tomado la sabia decisión de pasarme a la cazalla, el potente aguardiente sevillano. O sea que, cuando voy a mi bar para ingerir mi primera colación, saco mi petaca del bolsillo y me “coloco” una buena ración de dicho mejunje que me predispone, definitivamente, para dar inicio a una nueva jornada.

La cazalla produce una resaca de las de antes: seca, salvaje, indiscutible, incontestable; a causa de estas virtudes, recomiendo el uso de este producto consultando previamente al médico de cabecera quien debe autorizar las medidas adecuadas según el carácter y el estado físico de cada paciente potencial.

Mi primer gin-tónic lo consumí junto al escritor catalán Josep Pla; el último, con mi amigo Antonio y un belga de Bélgica que pasaba por allí.

Un consejo: no mezclar la cazalla con el ron. Resulta excesivo.

 

 
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