Creo que cabe ser moderadamente optimistas en relación a las opciones de ascenso del Mallorca. No tanto respecto a lo que venga después. Incluso dejando abierta la posibilidad de que perdiera en su eliminatoria contra otro de los campeones de grupo, no le veo perdedor al enfrentarse a segundos, terceros o cuartos de esta ínfima categoría. Claro que el fútbol esconde sorpresas, pero no tantas como a veces se pretende. Si, hace unos días el Getafe empató en el Nou Camp sin encajar un solo gol, pero de cada diez ocasiones en que se repita el partido, el Barça ganaría en nueve.
El miedo, más bien temor si se quiere, viene de la cola de la clasificación donde tres de los cuatro equipos en descenso pertenecen a la Federación Balear. Aunque quedan muchas jornadas parece evidente la deconstrucción del Formentera casi en caída libre. Admiro el trabajo de Dani Mori en la Penya Deportiva de Santa Eularia, pero me quedo con la sensación de que lo suyo será remar y remar contra corriente para acabar exhausto y muerto en la orilla. Concedamos un compás de espera al Atlético Baleares para valorar su capacidad de reacción, ahora de la mano de un técnico experimentado que se supone conocedor de los resortes que su veteranía le otorga.
Porque sería una verdadera desgracia que este trio de nuestros representantes volviera a tercera división, ya que eso pondría en marcha el efecto dominó que daría en Regional Preferente nada menos que con seis de los competidores del grupo undécimo. El doble de los previstos reglamentariamente. Un verdadero palo para nuestro fútbol modesto.
