Si el fútbol sobrevive es gracias a la televisión que, sin embargo, no saca un gran rendimiento salvo a la hora de programar partidos especiales. Movistar tuvo que renunciar a los partidos de Segunda A después de la experiencia de una temporada que resultó económicamente catastrófica. El año próximo se vuelven a subastar los derechos de los que paralelamente vive la Liga de Fútbol Profesional que maneja desde distintos ángulos el suministro de la señal a las televisiones españolas o la explotación internacional de los mismos. Como es lógico en toda negociación las empresas privadas apuestan a la baja, mientras Tebas y sus socios amenazan con el presunto interés de plataformas como Netflix, HBO, Amazon o incluso una competencia que prepara RTVE en connivencia con las autonómicas adscritas a la FORTA.
Y es verdad, podría creerme que Robert Sarver aspira a presidir una liga de soccer profesional en Estados Unidos para hacerse con el mango de la sartén que, en el futuro, vaya a negociar con las emisoras norteamericanas. Pero ¡ojo! que aquello es otro mundo. Los partidos de fútbol americano se interrumpen cuatro veces , tres descansos, para poder dar cabida a la publicidad. Para que se hagan una idea, un anuncio en la final de la Superbowl costaba 6 millones de dólares, si bien hablamos de un espectáculo que reúne a 111 millones de espectadores.
Lo que no veo es para qué necesitaba al Mallorca, salvo que su adquisición fuera el precio exigido por Javier Tebas para facilitar la operación el día de mañana. Un “know how” un poco caro se mire como se mire. Naturalmente y vistas las cifras que se manejan, invertir 30 “kilos” en el club no deja de ser una menudencia aun a riesgo de perderlos.
Un proyecto a largo plazo, pero se acerca un play off que si no se supera puede dar al traste no solo con este negocio en ciernes, sino con algunas cosas más que incluyen tanto lo que trasciende como lo que se oculta.