Fútbol en el hemiciclo
jueves 26 de febrero de 2015, 17:19h
¿Quien ha ganado el debate del Estado de la Nación? Me temo que a muy pocos importa eso. De hecho, si preguntáramos entre el porcentaje de población que conoce de su existencia probablemente ganaría por amplia mayoría la opinión de que mejor suprimir tal obra de teatro.
Discrepo. Toda democracia necesita mecanismos de control a la acción gubernamental, y el debate del Estado de la Nación es una de esas herramientas que fue creada para ello. Sin embargo, las malas praxis generalizadas en el mundo de la política también ha afectado al desarrollo de los debates sea cual sea el foro parlamentario en que se lleve a cabo.
He aquí el problema cuando los debates parlamentarios acaban transformando su esencia de tal manera que los ciudadanos se sienten ajenos a ellos. Este tipo de actividades han de servir para que el presidente del Gobierno, Govern, Generalitat, Junta... etc,, exponga las principales logros conseguidos durante el año, y que la oposición las fiscalice de acuerdo con los resultados y con su programa.
¿Qué nos encontramos en realidad? La reciente edición celebrada en el Congreso de los Diputados, como era de prever, se ha convertido en sendos mítines electorales de cara a los cuatro comicios que se llevarán a cabo en España este año. El adorno son unos diputados que tienen como principal (o única) encomienda aplaudir a su líder y abuchear al contrario. Como si estuviéramos en un partido de fútbol.
Y por cierto, me gustaría que alguien explicara a los ciudadanos por qué los portavoces de cada grupo levantan la mano antes de cada votación lanzando un código a sus correligionarios para que sepan lo que tienen que votar. ¿Éste es el nivel de nuestros parlamentarios?
Pero hay más, incluso en muchas ocasiones -yo lo he presenciado en persona en el Parlament de les Illes Balears- cuando un diputado sube a la tribuna de oradores se produce una diáspora en el hemiciclo. Y no me atrevo a decir si es culpa de los que se marchan o del parlamentario en cuestión que está exponiendo un tema que no interesa a nadie.
Situaciones tan frecuentes como ésta no hacen más que abundar en la certeza de que el descrédito hacia los representantes públicos seguirá en aumento mientras no exista un mayor acercamiento entre la actividad política y las inquietudes de los ciudadanos.