Fuga de talentos

Éste fenómeno no es nuevo. A lo largo de la historia de la humanidad encontramos situaciones similares. Desde la escuela Neoplatónica, pasando por la caída de Bizancio, incluso en el periodo de entreguerras y en la actualidad en México, Argentina, Venezuela. Pero, desde hace una década aproximadamente, más concretamente, desde los inicios de la crisis económica de 2008, en España son miles los universitarios, recién titulados y no recién titulados que abandonan nuestro país para surcar tierras extranjeras en búsqueda de un futuro laboral más cierto que el que le espera en nuestro país.

Según los últimos datos estadísticos que disponemos y que corresponden al año 2016, en España dedicamos el 20% del gasto público en educación a la educación universitaria. Esta cantidad vendría a representar el 1% del PIB (producto interior bruto). Dicho de otro modo, nuestros gobiernos invierten alrededor de diez mil euros por alumno universitario. Si la estancia media de un alumno en la universidad es de cinco años, el gobierno habrá invertido en ese alumno unos cincuenta mil euros.

Y ahí va el análisis: Si el Gobierno invierte cincuenta mil euros en un estudiante y éste al finalizar su etapa educativa abandona España, ¿hemos invertido cincuenta mil euros o hemos gastado cincuenta mil euros? Éste es un hecho que se debería afrontar de manera seria y rigurosa y se debería plantear un plan de acción para evitar que todo el talento que estamos creando en nuestro país pase nuestras fronteras en busca de una salida laboral. El talento que hemos generado debería poder quedarse en España. España en estos momentos debería ser pionera y debería poder competir con otros países en talento.

Desde un punto de vista social, está claro que el Gobierno tiene que invertir en educación universitaria y todo aquél que quiera estudiar en la Universidad tiene que tener el apoyo del Estado. Pero no hay que olvidar que en nuestro país, la educación universitaria no es obligatoria. Desde un punto de vista economicista, las cuentas no salen. No podemos seguir en la senda de ir malgastando parte de ese veinte por ciento del presupuesto en educación. De ese dinero invertido en educación universitaria, el Estado debería tener un retorno. No se trata de invertir las tornas y pretender obtener una rentabilidad de esa inversión; pero sí se trata de conseguir evitar que sigan creciendo los datos de la migración altamente cualificada (MAC) porque España ahora mismo tiene un gran potencial en capital humano que lo estamos regalando en el exterior y con el que podríamos mantener unos índices económicos del país óptimos.

Sin embargo, en la otra cara de esta realidad nos encontramos con países como Estados Unidos o Suiza en los que la fuga de talentos es casi nula. ¿Por qué? Porque sus alumnos universitarios al finalizar su formación encuentran en su país un trabajo acorde a sus necesidades, un salario acorde a su nivel, una organización empresarial moderna, un tejido empresarial que ofrece múltiples salidas laborales para las distintas formaciones universitarias, etcétera. ¿Qué es lo que necesitamos en España? Ponernos manos a la obra.

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