Dudo de si el caso del veinteañero Francisco Nicolás Gómez Iglesias nos tiene que hacer reír o nos tiene que hacer sonrojar.
Relatemos la historia: Érase una vez un neopijo en cuerpo de adolescente y cara de niño que se hizo pasar por miembro de la CNI, componente de la oficina de la Moncloa y dirigente del Partido Popular. Logró codearse en las altas esferas y ser una de las autoridades recepcionadas por sus majestades los Reyes de España. Y consiguió vivir de ello durante una temporadita hasta que fue descubierto. Un typical chorizo ibérico.
Vemos su cara -que más que a un ‘madrileta’ nos recuerda a un señorito andaluz- y nos preguntamos a nosotros mismos riendo cómo se puede tener la pericia suficiente como para suplantar múltiples personalidades, falsificar informes de la CNI y conseguir vivir de ello. ¡Con lo que nos sonrojamos el común de los mortales al decir una mentira piadosa!
Acto seguido, pensamos cómo es posible que el menda no llamara la atención a los servicios de protocolo y guardia del Gobierno y de la Casa Real y consiguiera amarrarse tanto a las primeras autoridades del estado. Burló los controles de seguridad, y eso ya nos hace cambiar el semblante. Llega a ser un terrorista islámico y las risas serían otras.
En Mallorca hemos tenido un caso de un experto en el arte de ’parecer’, habilidad hoy en día conocida como ‘postureo’, cuyo caso también asombró a medio mundo. Se trata de Jacinto Rosselló Solivellas, quien consiguió hacerse pasar por su ‘Alteza Serenísima, el príncipe de Salina y Sismano y de las casas de Borbón y Borbón-Parma’, asesor de Alicia Koplowitz e íntimo amigo de Don Felipe. Éste sí que consiguió engañar durante mucho tiempo a mucha gente. Por si no le bastaba, llegó a falsificar la lista de mejor vestidos del periódico The New York Times de manera que llegó a ser entrevistado por algunos medios de comunicación como uno de los hombres más elegantes del mundo. Vivió del cuento veinte años -gracias a contratos millonarios- y aún después de ser descubierto, siguió aprovechándose de su propia historia vendiendo exclusivas a varias revistas. Una sobrasada.
