En este proceso de inversión sistemática de las cosas que parecían más firmemente asentadas, nos sorprendió esta semana el histriónico Gabriel Rufián con una llamada a la recentralización tributaria. Que de la boca de este personaje salgan memeces y majaderías no representa novedad alguna, pero que ERC abogue por una uniformización impositiva de España me hizo dudar acerca de si Rufián hablaba por boca de ganso o si realmente había pensado lo que estaba diciendo.
Luego, comenzaron a aparecer dirigentes socialistas entonando la misma cantinela, con lo que quedó claro que esta filfa de la 'armonización' fiscal igualitaria formaba parte del pacto de legislatura de Pedro Sánchez con comunistas, filoetarras y sediciosos.
La última en sumarse al mantra fue, cómo no, la sumisa Francina Armengol, que con su mejor tono de elegía funeraria repitió la patraña de que las bajadas de impuestos de la Comunidad de Madrid nos perjudican mucho a los ciudadanos de Balears. Otros dirigentes hablan del 'dumping fiscal' de Ayuso, sin saber demasiado bien qué significa esa expresión en términos tributarios.
Para que ustedes lo entiendan, les diré que el independentismo catalán y sus plañideras socialistas han pasado del clásico 'Madrid ens roba' al 'Madrid no ens deixa robar', porque el quid de cuestión es precisamente ese.
Que la presidenta de la Comunidad de Madrid reduzca a la mínima expresión los impuestos cedidos a las autonomías por el Estado -y, paradójicamente, recaude más- no nos causa perjuicio alguno a los baleares, pero deja en pésimo lugar a dirigentes como Francina Armengol y a sus socios, que no saben qué hacer ya para camuflar sus irrefrenables ansias de subirnos los impuestos a lo bestia, como reza el manual de todo izquierdista que se precie en el camino hacia la miseria que tanto les gusta.
Francina, como les ocurre a los independentistas de ERC, no quiere desgastarse ni un ápice con el incremento impositivo que se avecina, así que se ha sumado a la estrategia burda y embustera de decir que el hecho de que una comunidad baje los impuestos significativamente resulta insolidario.
Lo que no dice Armengol es que ella misma podría hacer perfectamente lo propio y con toda seguridad aumentaría la recaudación, porque no hay peor enemigo de la tributación que la economía sumergida, que es la única que crece con las subidas de impuestos.
Pero quien tolera a la luz del día cosas como que oleadas de manteros al servicio de mafias chinas trafiquen con productos falsificados sin pagar un solo impuesto puede dar pocas lecciones de solidaridad tributaria a los sufridos ciudadanos, profesionales, comerciantes o industriales y sus trabajadores. El supuesto carácter humanitario de esa inmunda tolerancia con el delito contrasta con el hecho de que, desaparecidos los turistas, se han esfumado como por ensalmo la inmensa mayoría de los vendedores ambulantes. Se ve que, pese a la precaria situación que justificaba su no persecución, todavía les quedaban fondos para comprarse un billete, tomar las de Villadiego y trasladarse a otros nodos del turismo europeo con dirigentes políticos igual de merluzos que siguen amparando esta ignominia.
Tras el anuncio de la supuesta iniquidad insolidaria de la Comunidad de Madrid, se esconde -mal, para qué engañarse- la inoperancia financiera de una izquierda que solo sabe construir su paraíso del proletariado metiendo la mano en la caja de quienes legítimamente generan riqueza.