Hoy es un día triste para los habitantes de Baleares, País Vasco, Comunidad Valenciana, Galicia, Aragón, Murcia, Cataluña y Navarra.
Tras imponer la obligación de presentar el pasaporte Covid en algunos establecimientos, las autoridades de esas Comunidades Autónomas se convierten en cómplices de la segregación de quienes no podrán presentarlo. Antaño se hacía por razones raciales, de género o religiosas. Hoy las víctimas son personas que libremente y dentro de la legalidad que confiere este Estado de Derecho han decidido no “vacunarse” con un experimento génico. Así lo llaman algunos.
Quien no se ha inoculado tiene sus razones. O porque ha pasado la enfermedad y tiene anticuerpos naturales o porque ve riesgo de efectos secundarios. Un reciente estudio aparecido en la revista estadounidense Science Advances, reconocido por la Agencia Europea del Medicamento, relaciona la aparición de trombos con la inoculación de la “vacuna” de AstraZeneca.
Hoy es un día triste porque se escenifica que hemos caído en la trampa. Aquella en la que se equipara un no vacunado a un infectado. Algunos medios de comunicación llevan fomentando este mensaje falaz desde hace meses.
Hoy es un día triste porque se puede constatar que apenas hay oposición a esta nueva forma de segregación. La mayoría de los inoculados la justifican, otros miran hacia otro lado. Si lo dicen los mandatarios será que es lo que hay que hacer. Solo una minoría se opone, aunque sea en su fuero interno. Muchos fuerzan a los no inoculados para que accedan a pincharse y poder salir en la foto de la comida de empresa o en el álbum familiar de estas Navidades.
Tanto los políticos que han aprobado la aplicación del Pasaporte Covid como los vacunados que lo defienden a ultranza ignoran la evidencia científica de los últimos estudios que demuestran que vacunados y no vacunados transmiten el virus de manera similar. Ocurre con la variante “delta” presente, según el Ministerio de Sanidad, en el 100% de los casos de Baleares y otras siete Comunidades Autónomas (todas por encima del 98%, a excepción hecha de Andalucía con un 95% y Castilla y León con un 84%). La variante “ómicron” ha sido importada a España por personas con la doble pauta.
Hoy es un día triste por constatar las fotografías en los que largas colas de personas que, con la única motivación de asistir a las comidas navideñas, han visitado estos días los centros de vacunación. Quizás sin cuestionarse nada más.
Hoy es un día triste porque se implementa el uso de un pasaporte ilegal que se salta a la torera los derechos fundamentales del individuo. Atenta contra varios preceptos constitucionales como los que defienden la dignidad de la persona, la libertad e igualdad del individuo, la no discriminación, el derecho al honor, a la intimidad o a la propia imagen.
A partir de hoy algunos faltarán en las fotos de grupo. Algunos compañeros tendrán vetada su asistencia a las comidas de empresa, las de reencuentro de amigos o las de familia. No saldrán en las fotos de grupo. Los asistentes lo comentarán. Serán señalados.
Hoy es un día triste porque se repiten episodios oscuros de segregación en la Historia reciente, también basado en un pasaporte sanitario, que prefiero no comentar.
Tanto vacunados concienzudos como no vacunados deberían hacerse oír ante tamaña agresión contra las libertades individuales. Cuando el Tribunal Constitucional tome cartas en el asunto y tire atrás esta aberración de pasaporte, será tarde. La segregación ya se habrá consumado y el estigma habrá caído sobre algunos. Ya habrán sido marcados. Las deslucidas fotos de estas Navidades darán testimonio de ello.